Avisados quedan esos navegantes
Encuentra la felicidad en tu trabajo o nunca serás feliz
Colón
Tenemos grabada en la mente (a lo mejor también vosotras/os) una historia que nos contaron años ha. Se trata de la costumbre que tenía un hombre (?) -tenía y tendrá, si es que no se pisó la lengua y falleció por envenenamiento- aficionaod a difundir sus enfermizas obsesiones a todos los vientos, verbigracia, pregonar (inventándoselos) los enredos del prójimo y venga a contárselos a quienes complacientes prestaban oídos.
Un mediodía, a la hora de caña de cerveza y pincho de tortilla, en vez de ir del trabajo a la cafetería de la esquina, el individuo de esa historia se acercó a su casa, encontrándose con un pastel que sobradamente tenía merecido, esto es, halló a su mujer en brazos de otro.
El crimen podría haber estado servido. Pero no (menos mal) regresó corriendo a mil por hora hasta donde trabajaba, faltándole tiempo para contarles a los compañeros que su mujer le ponía los cuernos, quedándose tan pancho. Y es que el cotileo es un estado de gracia, un privilegio, un don divino... ¿No veis de cuando en cuando la tele y sus programas "del corazón"? ¿Se puede llegar a ser inteligentes, incluso a cotillas y encima imbéciles? Pues no; se nace. Avisados quedan esos navegantes.
Despedida y cierre. Amables lectores, llevamos dos días sin quejas de la primavera: Menos da una piedra.
Érase una vez.
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