Oviedo, marzo de 2020
Son las 6 de la mañana del jueves 12 de marzo. Preparamos el café y encendemos la radio tras una noche llena de pensamientos absurdos sobre la vida, la muerte y el futuro. Nos ponemos en pie sin haber pegado ojo ni un solo segundo.
Subimos la persiana y echamos la vista a la calle para ver cómo será el tiempo esa mañana, no va a ser un día muy soleado, eso está claro. Poco a poco vamos despejando la mente, lo cual resulta un poco duro después de no haber dormido ni dos minutos seguidos la noche anterior.
La noche había consistido en pensar y pensar sobre un tiempo sin futuro, un tiempo lleno de temor, un tiempo que podría no llegar a materializarse para nadie.
Los últimos días, un aviso por enfermedad altamente contagiosa había llenado las páginas de los diferentes periódicos, las pantallas de todos los informativos y las ondas de los programas de radio. Aun así, pensaba que todo sería tan pasajero que, en un corto período de tiempo, todo volvería a la normalidad.
Estar apartado del mundo sin poder salir a la calle es muy difícil de llevar, la verdad. Tras una semana en casa, uno se acostumbra a meditar sobre los días históricos que vivimos. También ayuda saber que tienes a todas aquellas personas que te importan a un golpe de tus dedos, con simplemente llamar o enviar un mensaje a tus familiares y amigos.
Este aislamiento “obligado por solidaridad moral” con nuestros semejantes hay que llevarlo a cabo, no solo por nosotros y por los que nos importan, sino por toda la humanidad. Este periodo nos está haciendo algo más humanos y un poco menos egoístas. Estamos in “a less frenetic way”, es la forma lenta de vida, por oposición a “la locura de vida de siempre ir por delante”, o “rat race”.
Si se mira la vida desde la perspectiva de un ser humano, esta parece ser la mejor opción. Gracias a vivir estos días así, en una especie de “clausura semivoluntaria, pero obligatoria”, estamos más en contacto con nuestras familias y amigos, hablamos más por teléfono y nos relacionamos en mayor medida con nuestros semejantes y, todo esto sin casi abandonar nuestras moradas.
Es un momento ideal para decirles a todos aquellos que nos rodean cuánto se les quiere – ¡cómo cuesta decirlo!–. Los humanos tenemos la capacidad de amar a los demás, pero nunca decimos “cuánto te quiero”, “eres el mejor padre del mundo”, “menudos amigos tan fantásticos que la vida me ha regalado”, “tengo unos compañeros fabulosos”, y demás frases de cariño por el estilo.
Como no me gusta aburrir mucho a nadie, sino entretener, les dejo unas frases motivadoras de estas dos personas, Dalai Lama y Audrey Hepburn,
“Si alguna vez no te dan la sonrisa esperada, sé generoso y da la tuya. Porque nadie tiene tanta necesidad de una sonrisa como aquel que no sabe sonreír a los demás”.
“Con el tiempo y la madurez, descubrirás que tienes dos manos; una para ayudarte a ti misma y otra para ayudar a los demás”.
Y, ya por último, algún enlace a películas que hablan de este valor en alza, a partir del momento en el que cada uno nos encontremos. Aparecen en este orden, “La vida es bella”, a partir del minuto 1.30, y el cortometraje “Cuerdas”, ganador del “Goya” 2014 en la categoría de “Mejor cortometraje de animación español”.
https://www.youtube.com/watch?v=qep9-GpuTEs
https://www.youtube.com/watch?time_continue=28&v=4INwx_tmTKw&feature=emb_logo
Y este enlace será el penúltimo, “The present” (“El regalo”), 2014, cuando ayudamos a otro, nos ayudamos a nosotros mismos.
https://www.youtube.com/watch?v=3XA0bB79oGc
El último, por fin, lo prometo de verdad, ya pueden ustedes respirar tranquilos, “Ian”, de la fundación Ian, hay que derrumbar las fronteras del aislamiento,
https://www.youtube.com/watch?time_continue=72&v=6dLEO8mwYWQ&feature=emb_logo
Me despido de todos ustedes agradeciéndoles como siempre que se hayan parado a leer estas reflexiones una vez más. Que Dios los bendiga, y si ...l quiere, aquí estaremos cuando todo esto haya, por fin, acabado. Ya sé que esta es la segunda vez que me despido en este escrito, pero esta es de verdad la última.
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