Carta abierta a cualquier hijo
Despídete por mí.
Despídete por mí, hija, porque yo no puedo hacerlo. Porque sé que, de ser posible, estaría esta sala llena de gente y podría haber mañana otros como yo.
Sé que si hoy estoy aquí solo, igual que estuve ayer, no es porque no hayáis querido acompañarme. Estoy seguro de que sois muchos, los primos, mis amigos de la partida, tú y tu marido, los niños... Todos habríais estado aquí de haber podido.
Me han cuidado bien en este tiempo, han hecho todo lo que había en su mano con los medios que tenían, y eso es de agradecer. Quiero que tengas claro que han hecho un gran esfuerzo, igual que lo hecho yo. Por intentar salir, por veros de nuevo... Vosotros me habéis dado esa fuerza. Porque en esta soledad, créeme, me he sentido acompañado. Vuestras oraciones y ánimos se hacían hueco por las ventanas a través de aplausos y sirenas. Imaginar a los niños haciendo dibujos para cuando volviesen a ver al "Abu".
Te conozco, hija. Sé lo que estás pensando, pero no me tienes que pedir perdón y es mejor que te perdones a ti misma esos remordimientos tontos que tienes. Sé que habrías estado aquí de haber podido.
Te dijeron que no vinieses para protegerme y caí enfermo igualmente. No es tu culpa y no estaba en tu mano haberlo evitado, perdónate. Os he echado de menos, mucho, pero quiero que no te atormentes, que pienses que ha sido rápido y que apenas he sentido dolor. Ahora te toca a ti ser fuerte también.
Quiero que sepas que soy consciente de que, si hoy estoy solo, es porque debía ser así. Es porque debéis seguir cuidándoos unos a otros y cuidando a más como yo.
En realidad, hija, prefiero haberlo pasado solo. No habría podido soportar veros al otro lado del cristal, vuestras manos apoyadas en el vidrio mientras tus ojos claros se convertían en un reguero de lágrimas. Me hubiese dolido más de lo que me dolía respirar.
Despídete por mí, por carta, por teléfono, pero prométeme que cuando os volváis a tocar no será para hablar de mí. Que no será para hablar de dolor. Que será para vivir en paz y para abrazaros, para contar anécdotas y disfrutar, que yo estaré con vosotros igual que habéis estado conmigo, en la distancia pero con mucha fuerza, todos y cada uno de estos días.
Créeme de verdad, hija, que he luchado y han luchado por mí, y no sufras por mi dolor, que ya ha pasado.
Despídeme de todos, hija. Que estas líneas son para ti, en quien más he pensado y quien más fuerza me ha transmitido en la distancia. Porque lo sé, hija, sé que eras tú, lo tengo claro.
Ahora te toca a ti ser fuerte, hija. Cuídate y cuídales, que yo os cuidaré desde allí arriba.
Papá.
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