La sociedad real se impone
Mientras caminamos hacia la mitad de nuestro confinamiento, hay que mantener alta la moral de la tropa, comenzamos a apreciar detalles que nos reencuentran con lo mejor de nosotros mismos. Soy de los que creen que España es un país increíble, tanto que ni nosotros mismos somos capaces de valorarlo en la rutina que, por fortuna, nos suele envolver.
Por desgracia, han sido múltiples las ocasiones para demostrar la calidad humana de los que formamos parte de este país en los últimos años. Por no ir muchos más atrás, la respuesta de la gente con el secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco o tras los atentados del 11M en Madrid fueron ejemplos de compromiso de toda la sociedad. Y ahora, este maldito bicho ha llegado para probarnos una vez más y no tengo dudas de que sabrá cómo nos las gastamos los españoles cuando nos amenazan de forma global.
Seguro que muchos han escuchado eso de que vivimos tiempos en los que la sociedad es líquida, es decir, que cambia de forma constante. Es cierto, nadie debería ponerse en contra. Pero al mismo tiempo, la reacción popular que vivimos en nuestros balcones, ahora no podemos salir a las calles, vuelve a ser más que ejemplar.
Lo que vivimos cada día supera al mundo digital que muchos han adoptado como propio. Ese en el que parece que solo existe la sociedad que vive en las redes sociales, ese que vocifera sin sentido en Twitter, ese que genera “fake news” que el resto nos encargamos de esparcir para generar pánico. Me niego a creer que solo existe eso.
Por suerte, tengo la prueba de que los que aplaudimos cada día a las 20.00 horas desde las ventanas, los que nos quedamos hablando con esos vecinos a los que antes casi ni saludábamos en el ascensor, los que buscamos arrancar una sonrisa a los que tenemos a nuestro lado o los que preferimos leer que el número de altas de los enfermos empieza a crecer a mayor ritmo que los contagios, que las cifras de fallecidos pronto iniciarán la bajada definitiva y cosas como estas somos más y más fuertes que los otros.
Este tipo de situaciones nos coloca ante el espejo de nuestras vidas. Esas que eran mucho mejores de lo que nosotros pensábamos y que estoy seguro de que vamos a valorar más. Aprenderemos que es mejor un beso y un abrazo que un emoticono, que dar la mano al amigo vale más que un “me gusta” en Instagram y que sentarse a tomar un café en un bar es mejor que chillar en Twitter. La sociedad real también vencerá en esta pelea y ojalá no olvidemos las enseñanzas, el precio que estamos pagando es demasiado alto como para hacerlo.
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