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Epidemiología comparada

29 de Marzo del 2020 - José María Casielles Aguadé

La aparición y rápida difusión del coronavirus COVID-19 nos ha convulsionado a todos desde el núcleo de dispersión inicial de Wuhan (China). El impacto de esta epidemia desborda el ámbito sanitario por su repercusión en los sectores económicos y estratégicos, que afectan también al área de las relaciones exteriores, y perturba las interioridades de la vida familiar.

Es claro que el papel de vigilancia internacional de la OMS se ha demorado y relajado excesivamente, declarando la situación de “pandemia” (15-III-20) de forma tardía, y dificultando así la coordinación de esfuerzos, tan necesaria y urgente en las situaciones epidémicas. De este modo, se explican las diferencias de los diversos países afectados para adoptar una respuesta eficaz. Muy lamentablemente, lo mismo puede decirse del Centro de Coordinación de Alarmas y Emergencias de España, por su inaceptable descuido e insuficiencia en las tareas que tiene encomendadas, con responsabilidades que rozan o incurren en el ámbito penal.

Por otra parte, se ha planteado en algunos medios políticamente interesados la espinosa cuestión de la atribución inicial de la epidemia (hoy pandemia) y sus causas. Es cierto que los primeros casos se detectaron en China: ¿fue un descuido de algún laboratorio oriental?, ¿pudo deberse, por el contrario, a un contagio producido allí por una nación extranjera? Ante dilemas tan delicados como este, algunos juristas se preguntarían: “Qui prodest?”; es decir, ¿quién se beneficia? De forma contemporizadora podría sugerirse también que la causa debe buscarse simplemente en una mutación genética casual de una colonia de coronavirus. Mejor dejarlo ahí, por prudencia.

Lo que no admite duda es que el Gobierno chino reaccionó magníficamente activando una alarma rápida, esmerándose en respuestas eficaces: aislamientos de población; puesta a punto de material preventivo para sanitarios y pacientes; construcción de dos hospitales de urgencia en quince días, perfectamente dotados de médicos y equipamientos, y adopción de respuestas rápidas, tanto en las medidas de control como en las curativas, que han conseguido detener la epidemia en un país que cuenta con una población cercana a los mil seiscientos millones de personas, es decir, prácticamente a la quinta parte de la población mundial. ¡Bravo para China! Y que además muestra ahora su generosa solidaridad al ofrecer sus saberes, experiencia y medios a las naciones afectadas de Occidente, como Italia, Bélgica y España. ¡Excelente!

Insistimos en la diversidad de respuestas sanitarias y sus consecuencias. Cualquiera puede seguirlas con facilidad, recogiendo y relacionando los datos diarios ofrecidos por la prensa y que, desgraciadamente, evolucionan con abrumadora rapidez: población del país (P) o área de estudio; número de contagiados (C) (globalizado), y número de muertos (M). Muy simples y expresivas son las “ratios” (cocientes): C/P, M/C y M/P, que presentan diferencias notorias de unos países a otros.

En un estudio más cuidadoso habría que considerar también otras variables, como la edad de los pacientes, que afecta sensiblemente a la letalidad (muerte), y varía entre el 0,1% en los niños, y el 20% en los mayores de 80 años; el tiempo de desarrollo de la epidemia en el país de estudio, que se puede plasmar en una curva de campana más o menos pronunciada, que habla por sí misma de la peligrosidad de la epidemia. La magnitud de la población total no puede desdeñarse cuando se comparan datos puntuales. Así, cuando por estas fechas (21 de marzo), se decía que Italia había rebasado en muertos a China, se hacía una ingenua abstracción de ambas poblaciones totales. Obviamente, no son lo mismo tres mil quinientos muertos en una población de sesenta millones de personas (Italia) que en otra de mil seiscientos millones, como es el caso de China. Las relaciones de población son expresivas: China/Italia (26); China/España (34); Italia/España (1,28).

Como ejercicio preparatorio de trabajo ofrecemos los siguientes datos básicos referidos a 21-III-2020:

Sumario: A propósito del COVID-19 y su repercusión en el mundo

Destacado: Lo más perentorio en la situación actual es disponer de ensayos para los enfermos, con kits adecuados para la detección fidedigna de los contagios, basándose en test bioquímicos

China: (P) 1.600.000.000, (C) 88.000, (M) 3.400.

Italia: (P) 60.000.000, (C) 41.000, (M) 3.500.

España: (P) 47.000.000, (C) 20.000, (M) 1.040.

Entreténganse calculando las “ratios”: C/P M/C y M/P de diversos países, y verán cómo evolucionan las epidemias respectivas.

Pero lo más perentorio en la situación actual es disponer de ensayos para los enfermos, con “kits” adecuados para la detección fidedigna de los contagios, basándose en “test bioquímicos” y no en una mera apreciación sintomática siempre larga y aleatoria, y, naturalmente, en ofrecer medicaciones resolutivas y rápidas para detener la mortalidad (antivirales, antimaláricos, como la cloroquina, que se han mostrado funcionales, y vacunas, que serán de elaboración más laboriosa y tardía).

Es también necesario disponer de materiales de protección para los sanitarios, como batas, guantes, mascarillas y gafas, de los que resulta bochornoso tener que confesar que carecemos, con las consiguientes bajas por infección de ese preciadísimo personal. Lo mismo puede decirse de la insuficiencia de plazas hospitalarias y del instrumental vital para atender a los enfermos, como son los respiradores, que sabiamente preparan con técnicas de impresión 3D ingenieros asturianos. Estas carencias son inconcebibles en un país con el merecido prestigio sanitario histórico de España, que cuenta con la probada valía de prestigiosos médicos; con mis excelentes y queridos compañeros farmacéuticos, y los muy meritorios ATS, auxiliares y celadores; todos en primera fila de esfuerzo y riesgo. No olvidamos nuestro reconocimiento a la UME (Unidad Militar de Emergencias), permanentemente movilizada en una incansable “guerra pacífica”.

Los inaceptables descuidos en la alarma epidémica y las responsabilidades e ineficiencias políticas ante las emergencias sanitarias son graves, y si no se plantean antes en los tribunales de Justicia serán ineludiblemente valorados a su tiempo –e ideologías aparte– por los ejemplares ciudadanos españoles en las mesas electorales. “Bástele a cada día su afán”, decía Santa Teresa. Y acertaba.

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