El retrato de la crisis del coronavirus
La manera en la que los medios de comunicación, públicos y privados, y como las instituciones de gobierno están caracterizando la experiencia de los ciudadanos durante la vigente cuarentena me está llamando profundamente la atención. Continuas llamadas a quedarse en casa, acompañadas por referencias a lo útil y productivo que puede resultar este tiempo en cuarentena, ya sea para estar con nosotros mismos, para ponernos en forma haciendo ejercicio en casa, para leer y aprender algo nuevo, o para ser creativos. No olvidemos que Shakespeare escribió “King Lear” confinado por la peste, y Cervantes hizo lo propio con el “Quijote” estando recluido en prisión. Una cuarentena que puede ser útil para lanzarse a componer canciones, crear memes, publicar un dibujo al día y lanzar mensajes moralizantes por redes sociales para concienciarnos acerca de la importancia de quedarse en casa. En la BBC escuchaba el otro día con asombro otra interesante sugerencia para ayudar a sus oyentes a combatir el tedio durante la cuarentena: dedicarse a la jardinería, en tu casa claro.
Lo que planteo no tiene aquí que ver con las medidas específicas de cuarentena tomadas por el Gobierno español, ni con la obligación tanto moral como legal que tienen las personas de cumplirlas. Mi objeción tiene que ver con la falacia que se esconde tras la presentación de este periodo de cuarentena como unos días duros en los que todos hemos de sacrificarnos, pero que nos ofrecen la oportunidad de desarrollarnos y crecer como personas, y de los que unidos saldremos adelante.
Lo que esta narrativa obvia, o lo que esconde de manera deliberada, enmascarado tras las referencias a los “días duros para todos”, al “unidos saldremos adelante” y a “la cantidad de cosas que puedes hacer quedándote en casa”, es el hecho de que esos días duros para todos tendrán para algunos, y desgraciadamente parece que no para pocos, consecuencias catastróficas. Si bien actuando unidos saldremos adelante, los hay que, aun sobreviviendo a la pandemia, en lo socioeconómico más que salir para adelante saldrán para atrás. Y es que aun habiendo infinidad de actividades a las que consagrar el tiempo quedándose en casa hay muchas personas para quienes las opciones se ven drásticamente reducidas, ya sea por razones de salud, tanto física como mental, por las cargas familiar que soportan, por el maltrato al que se ven sometidas en sus familias, por su situación económica y por más razones de las que puedo enumerar.
Por eso hay quienes no ven su realidad reflejada en la imagen de “quedarse en casa” que se está dando en los medios, no ven que se reconozca la magnitud de su experiencia, de su sufrimiento ni de sus miedos. Las consecuencias concretas de este fenómeno están por determinar y discernirlas no es objeto de esta columna. Sin embargo, no se requiere un estudio sociológico para darse cuenta de que la invisibilización de una parte de la sociedad en la construcción del relato de nuestra experiencia colectiva de una crisis como esta nos hace un flaco favor. La solidaridad y unidad que desde las instituciones se esfuerzan por promover no puede cimentarse sobre el relato abrumadoramente homogéneo con el que continuamente nos encontramos tanto desde los medios como desde las instituciones, sino que comienza por el reconocimiento de la diversidad de la experiencia ciudadana, así como por la comprensión y difusión de las diferentes realidades afectadas por la crisis.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo