Globalidad y despertar
¿Quién salvará la Amazonía? No me refiero a la selva. ¿Cómo se explicarán sus moradores la gran mortandad que habrá entre ellos? Los árboles seguirán en pie..., pero los dioses se habrán vuelto locos. Esta es solo, a una pequeña escala, la pregunta global a un ensueño.
Siempre hemos sido un mundo global, pero lo olvidamos. ¿Cuántos caminos ha recorrido una específica molécula de agua desde que llegó del espacio exterior hace cuatro mil millones de años? Esa molécula no ha cambiado y ha viajado por todo el planeta. Incluso alguna, en el fondo de alguna sima, oculta en algún lago, ha permanecido sin que el tiempo la perturbase millones de años. Pero las macromoléculas aprendieron a cambiar y a duplicarse, y así llegaron los virus: la vida siempre ha sido muy arrogante, combativa y competitiva.
La crisis del COVID-19 nos debe despertar en dos aspectos importantes: logística y horizontalidad. Necesitamos fabricación automática flexible, y logística ligada a ella. Será preciso utilizar flexibilidad productiva por medio de minifábricas gestionadas en grupo para producir productos homologados (según necesidad) justo al momento desde lo local. Es decir: horizontalidad frente a la verticalidad de una única fábrica para producir todo. Las grandes demandas para grandes zonas del mundo pueden satisfacerse desde minifábricas distribuidas que, sin embargo, unidas podrían conseguir grandes producciones para el mercado no local. Una empresa no tiene por qué estar localizada en un único lugar; y un gran almacén puede estar distribuido por múltiples almacenes con gestión logística única en red. Vivimos tiempos en que vemos que muchos problemas nos vienen encima por no estar organizados en red por islas de producción. El medio rural agropecuario de Asturias (que en esta crisis no debería parar de producir), al igual que el pesquero, debe entender que necesita gestionarse y homologarse por islas de producción con una industria alimentaria distribuida en minifábricas por sus villas.
En el mismo sentido, las grandes editoriales deben redescubrir el kiosco y sus funciones de futuro conectado a un datófono. Para que, desde ellos, por medio de una tarjeta monedero ciudadana nominativa (municipal y recargable en el propio kiosco), el cliente compre el diario y pueda suscribirse a la edición digital. Pues desde la tarjeta (o desde el datófono con información del número del móvil) se comunicaría con la editorial, desde donde el cliente recibiría un SMS con su código de acceso, siendo su nombre de usuario el de la tarjeta ciudadana. Vaya también desde aquí mi homenaje y aplauso a las/os kiosqueras/os que en esta crisis se mantienen en la brecha dando sus múltiples servicios.
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