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Buscando el camino certero

29 de Marzo del 2020 - José Luis Sancho Sánchez (Zaragoza)

Pues sí, seguimos leyéndonos unos a otros y de alguna manera entramos en diálogo, especialmente a través de los medios que nos ofrecen cancha, unos muy de vez en cuando y otros como LNE de forma cotidiana, no en redes que enredan, no en un guirigay, sino en ese diálogo en el que uno calla cuando el otro habla, maravilloso, eso nos hace mucha falta. Mi discurso casi siempre intenta provocar el interés por Dios, así como otros lo intentan en aras de cosas también interesantes, como la literatura o el deporte, no cito la política porque aburre tanto que ya solo cabe esperar lo que resultará del Trump y del Johnson, del Putin y del Rufián, de las repúblicas islámicas o de las dictaduras maduras, pero me he dado cuenta de que al hablar de Dios, puede suscitarse el gran interrogante para una gran mayoría: ¿y Dios, quién es?

Aunque en las tierras de la cristiandad podemos ver muchísimos ídolos o estatuas religiosas, y en otros lugares hay millones de dioses relacionados con toda forma de vida y naturaleza, quizá nos falta conocimiento de Dios, y en eso va la vida, “esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo” (Juan 17:3). Así que hoy voy a empezar por ahí. En otra cartica nos acercaremos un poco más, si queréis leerla, en el tema de si hay relación entre Dios y el coronavirus.

Nos trasladamos a la Grecia de hace 2.000 años a través del libro de “Hechos de los apóstoles” capítulo 17, y observaremos cómo Pablo, apóstol de Cristo a las naciones, entró en diálogo con los atenienses en el Areópago: Algunos filósofos de los epicúreos y de los estoicos empezaron a discutir con él. Unos preguntaban: “¿Qué querrá decir este charlatán?”. Otros decían: “Parece que es un predicador de nuevos dioses”. Decían esto porque él predicaba las buenas noticias (evangelio) de Jesús y de la resurrección. De modo que lo tomaron y lo llevaron al Areópago. Decían: “¿Podemos saber cuál es esa nueva enseñanza de la que hablas? Porque estás hablando de cosas que nos suenan extrañas, y queremos saber qué significan”. De hecho, todos los atenienses y los extranjeros que había allí no pasaban su tiempo libre en ninguna otra cosa sino en decir o en escuchar algo nuevo. Entonces Pablo se puso de pie en medio del Areópago y dijo:

“Atenienses, veo que en todas las cosas sois muy religiosos, porque mientras caminaba y observaba vuestros santuarios, encontré incluso un altar que tenía la siguiente inscripción: ‘A un Dios Desconocido’. Pues yo os estoy hablando de aquel a quien adoráis sin conocerlo. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él es Señor del cielo y de la tierra, así que no vive en templos hechos por manos humanas. Tampoco pide que le sirvan manos humanas, como si necesitara algo, porque él mismo les da a todas las personas vida, aliento y todas las cosas. De un solo hombre creó todas las naciones humanas para que poblaran toda la superficie de la tierra, y decretó los tiempos fijados y estableció los límites dentro de los que vivirían los hombres. Lo hizo para que buscaran a Dios, aunque fuera a tientas, y de veras lo encontraran, aunque ciertamente no está muy lejos de cada uno de nosotros”.

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