Aplausos
“¿Quién soy?, ¿qué quiero?, ¿para qué me esfuerzo tanto?, ¿esto es todo?”. Comienzo este escrito con una pequeña batería de preguntas que nublan la mente de algunas personas como yo y, en ocasiones, se presentan como barreras para seguir adelante y focalizar nuestras energías en perseguir nuestras metas. La vida es un camino arduo, puede sonar a tópico, pero resulta ser así. Es en estas situaciones de incertidumbre en las que tenemos más tiempo para tratar de descifrar estas cuestiones, pero con calma. En una obra que leí hace poco se explicaban los enigmas de la felicidad. De mi lectura pude extraer que no hay un estándar, en este aspecto no somos todos iguales. No hay un comprimido que nos pueda hacer plenamente felices, a largo plazo me refiero. Es más bien una cuestión de perspectiva, una forma de ver la realidad. La felicidad no está en el cuando, está en el mientras.
En el primer párrafo me refiero constantemente a un “nosotros”, quiero decir los humanos. El ser humano está dotado de inmanencia, automovimiento y racionalidad que demuestra mediante el habla. En esto es en lo que difiere del resto de especies y aquí estriban las principales razones por las que los científicos no muestran reparos a la hora de distinguirnos de los animales. Otra característica intrínsecamente humana es la necesidad de trascender, de dejar una huella en este mundo; en definitiva, de hacerse destacar entre los de su misma especie. Por otra parte, está limitado. Y es de esta limitación de la que surgen sus frustraciones, miedos y desilusiones a las que debe hacer frente para vivir una vida feliz, una vida lograda. ¿Qué quiero decir con esta distinción? Lo que pretendo transmitir es que por separado somos muy capaces, pero juntos somos extraordinarios. La riqueza está en la unión y en la diversidad.
Mientras escucho los aplausos y veo cómo la gente se prepara religiosamente para salir a sus balcones y terrazas a las ocho de la tarde, veo un país unido. Una ciudadanía consciente de su papel en unos tiempos en los que la tensión social entre izquierda y derecha, entre amigos y enemigos de la separación, entre los propios vecinos, resulta tan palpable. Es de agradecer que podamos volver a lo que nos une, poner nuestras diferencias de lado y apoyarnos. Una vez más, las circunstancias más extremas nos han hecho darnos cuenta de que lo más necesario no son las cosas, sino las personas.
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