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Al final, Garzón debiera volver

28 de Mayo del 2010 - Manuel Zaguirre

Hay una prueba indiscutible de lo malvado, prevaricador, ególatra, corrupto, gandul incluso, delincuente, en suma, que es y ha sido el juez Garzón. Esa prueba, como ustedes imaginan, son las lágrimas, las caricias, los abrazos que jueces amigos, funcionarios, colaboradores, algún escolta, un par de bedeles derramaban por y dirigían a Garzón a las puertas de la Audiencia Nacional el pasado 14 de mayo cuando el juez abandonaba -¿para siempre?- su despacho, tras ser literalmente ajusticiado en el peor sentido de la palabra.

Siendo inequívocamente cómplices sus colaboradores y amigos más directos, su esposa incluida, que ya es el colmo, no serían más que una anécdota en comparación con los miles de sediciosos que lo aclamaban unas horas después en la calle de Génova, a tiro de piedra de la sede nacional del PP (una manzana más arriba trabajo yo), reclamando justicia, memoria o, ¿habrase visto?, el rescate de los restos de sus padres o abuelos asesinados y desaparecidos durante nuestra incivil guerra o la anulación de pleno derecho de los juicios y sentencias que llevaron a la cárcel y/o al paredón a decenas de miles -sediciosos también, por supuesto- en nuestra incivil posguerra y dictadura.

Un juez de tal pelaje y con semejantes corifeos merece que le caiga encima todo el peso de la justicia y, ya puestos, borrarlo de la faz de la Tierra, dadas sus veleidades justicialistas a escala planetaria.

Pero si sus secuaces lo retratan, su trayectoria lo fulmina. Baste un vistazo; Garzón les plantó cara a las redes de narcotráfico en Galicia. Qué horrores, que errores procesales... pero esas redes ya no están. Le abrió las tripas al terrorismo de Estado, que venía de lejos, y los primeros gobiernos del PSOE lo practicaron a cala y cata, como a los melones inciertos. Aquellas tropelías de Garzón le granjearon lógicos odios en ámbitos de la "izquierda" que lo acompañarán de por vida..., pero las tramas terroristas amamantadas desde el Estado hace muchos años que se extinguieron. El tal Garzón accede al poder, vía electoral para mayor escarnio, con el señuelo de combatir desde él la corrupción política y económica, muy vigente en la época (¿y cuándo no?)... cuando se percata de que un tal González lo utiliza como un florero para inmovilizarlo y de lo dicho nada, pues se va del poder dando un portazo, el muy desagradecido. El asalto final en el que estamos a esa basura llamada ETA lo empieza Garzón, el muy inútil, con la doctrina y la praxis judicial de que terrorista no es sólo ni mucho menos el desalmado que empuña el arma o maneja la goma 2. Lo de Pinochet, o lo de los genocidas de uniforme que arruinaron en sangre uno de los países más ricos y hermosos de la Tierra, o sus andanzas por el Tribunal Penal Internacional y por la necesidad de una justicia global, como globales son cada vez más los delitos y las tramas de delincuentes de altos vuelos... son jalones incalificables en la carrera de este dichoso Garzón, que más vocación tiene de ser Gary Cooper en "Solo ante el peligro" o "El árbol del ahorcado" que de ser un discreto y eficiente juez de esos que absuelven o "comprenden" a violadores o a aspirantes a ello, "pues hay que ver el escote que lucía la víctima...".

Pero, sin la menor duda, la gota que colma el vaso en la pérfida trayectoria de Garzón son los años dedicados, con nocturnidad y alevosía, a sacar a la luz el "caso Gürtel". Hasta ahí podíamos llegar. Pretender enjuiciar la pringue que soltó la era del ladrillo, la más brillante etapa de prosperidad en la España contemporánea, no hay más que ver los frutos que nos dejó, convierte a Garzón en un indeseable, un peligroso prevaricador a abatir.

Subtítulo: El juez es una pieza de caza mayor, en el punto de vista de los más poderosos

Destacado: Sé de sobra que Garzón no es la madre Teresa de Calcuta ni un boy-scout con inquiertudes, pero básicamente es un juez bueno y decente

Bromas aparte, el intento de liquidación de Garzón no es cosa de algún juez o conjunto de ellos, ya sean conservadores o progresistas, con facturas y rencores pendientes; ni mucho menos de grupúsculos neofascistas con audiencia e influencia social ínfimas pero clamorosas en altísimas instancias judiciales. No. Garzón es una pieza de caza mayor por excelencia a cobrar por los más poderosos, por el "señor Gürtel" y compañía, conscientes de que si se hace la sombra sobre el caso, algún día, más pronto que tarde, podrá volver el esplendor del ladrillo y la pringue inherente.

Bueno, si se prefiere, va por Garzón una suerte de coalición inaudita e invisible de los tres factores: estúpidos rencorosos, canallas irrelevantes y poderosos en extremo inteligentes y coherentes con un modelo que hace siameses crecimiento económico y corrupción, y que, habiendo funcionado en el reciente pasado, por qué desecharlo para el inmediato futuro.

A estas alturas del partido, sé de sobra que Garzón no es ni la madre Teresa de Calcuta ni un boy-scout con inquietudes. No soy tan lerdo. Pero tanta saña, tanta mala leche, tanta indefensión como se han derrochado contra él pueden provocar la elevación definitiva a los altares de un juez atolondrado y egocéntrico, pero básicamente bueno y decente si tenemos en cuenta lo que hay en escena. Ahí están sus 30 años de servicio.

De momento, vamos camino de un espantoso ridículo universal, pues, quién lo iba a pensar, a Garzón se le aprecia, y mucho, por ahí fuera. Si hubiera agencias de esas que valoran la deuda y el déficit referidos a la fortaleza de nuestra democracia o a nuestra cúpula judicial, estaríamos al nivel del bono-basura.

Pero, bueno, queda mucho partido judicial todavía y a mí me gustaría que al final del mismo, y en beneficio de nuestra calidad democrática, Garzón volviera a su Juzgado, pero más maduro y vacunado contra todo brote de "vedetismo" o "vendetismo".

Todos saldríamos ganando.

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