Sin banderas ni fronteras
El panorama se ha puesto terrible, las cifras de muertos, que es lo realmente grave, no dejan de crecer, y desconocemos hasta cuándo. Los contagiados es un dato que creo no es real, porque ignoramos hasta dónde ha sido capaz de calar el virus entre la población. Ni el 8M, ni el fútbol, ni los mítines... el bicho ya estaba aquí.
Tengo que reconocer que no imaginaba este escenario –la ignorancia–; lo que apareció como un asunto lejano de características similares a la gripe se convirtió en un drama de salud nacional y un socavón económico difícil de taponar. Pero en esto estábamos todos, el Gobierno, la oposición, los medios y hasta la OMS. Por eso no acepto el papel de algunos dirigentes políticos de la oposición, empresarios y tertulianos, de machacar las decisiones de PSOE-UP digan lo que digan, hagan lo que hagan. No voy a hablar ahora del “Prestige”, el 11M o los miles de horas extra sin pagar.
Claro que se equivoca Pedro Sánchez y su equipo, cómo lo haríamos todos si nos enfrentamos a una pandemia que ni los propios científicos se ponen de acuerdo en cómo tratar. Nos ha desbordado el contagio y ante la urgencia de atajarlo se toman medidas que luego no resultan tan eficaces. Solo hay que mirar lo que ocurre a nuestro alrededor en los demás países para valorar que no existe un único método para hacer frente al “corona virus”. Aparte de que las cifras que están dando de fuera son dudosas.
Luego está la guerra de algunas comunidades autónomas, encabezadas por la madrileña, exigiendo equipos de protección al Gobierno central como si fuera el único responsable. Las competencias de sanidad hace muchos años que se han transferido –posiblemente habrá que revisarlo– y “cada palo que aguante su vela”. En una situación de pandemia mundial, es lógico que los fabricantes estén desbordados para atender los cuantiosos pedidos de materiales, dispositivos... y ocurran fallos. Falta de previsión de todos pensando que algo así no sucedería. Provéase para el futuro.
Cuando se acusa al Ejecutivo de no haber sido más contundente con el confinamiento –quizás debería– y decide hibernar la actividad productiva, saltan los “salvapatrias” diciendo que esto es un desastre y que nos lleva al parón económico. Pues parece inevitable; pero ante la sangría de vidas, no queda más alternativa que anteponer las personas a los resultados empresariales. Situación de emergencia nacional sin banderas ni fronteras.
Cuando salgamos de esta pesadilla –cuánto antes– ya hablaremos de lo público y lo privado, para qué “sirve” Europa, de la protección social de los vulnerables, lo que estamos haciendo con nuestros mayores, etcétera, etcétera. Ahora toca callar y arrimar el hombro (como poco).
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