Solo muertos
La situación extraordinaria que estamos viviendo es una mala experiencia, una desgracia. Una más de la que nos toca vivir a cada uno de nosotros a lo largo de nuestra existencia. Es innato a la propia naturaleza. Y nada más.
No tiene nada que aportar. Estoy harto de oír que esta pandemia va a sacar lo mejor y lo peor de las personas. Nada de eso.
Los efectos emocionales de este momento nos van a durar nada y menos. En cuanto se recupere lo que equivocadamente llamamos normalidad (¡que levante la mano el que pueda aclararme este término!), la gente volverá a la vorágine del día a día. Es como cuando asistimos a un funeral y nos viene a la cabeza esos mantras que rezan "hay que ser buenas personas, no hacer enemigos, disfrutar de la vida que son dos días"... y demás obviedades, y pasadas dos semanas ya estamos metidos en una de las máximas de nuestros días que viene a decir que "cada uno se preocupe de sus propios intereses o de salvarse a sí mismo, sin preocuparse de nadie más" (no escribo la expresión original porque no son palabras políticamente correctas).
Siempre hubo, hay y habrá gente buena, mala y regular. Personas con luz, personas oscuras y personas grises. En lo bueno y en lo malo. Y ahora estamos pasando por lo segundo. Así de simple.
De todo esto vamos a conseguir nada más que una cosa: que haya gente que se quede por el camino.
Solo muertos.
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