Quizá no es el COVID-19, quizá eres tú
Llevamos suficientes días de confinamiento como para haber escuchado y leído ya de todo. Merecidos aplausos a aquellos que se están dejando la piel en primera línea. Mensajes de cariño y muestras de solidaridad que nos recuerdan por qué merece la pena vivir en sociedad. Hemos visto retos virales, consejos sobre cómo entretener a los niños y, lo más sorprendente, ¡cómo entretenernos los adultos! Es decir, pasamos la vida quejándonos por falta de tiempo y ahora que lo tenemos en exceso, ¿qué hacemos? Quejarnos también, por supuesto.
Me dedico a la gestión del cambio en proyectos de transformación, por lo que, a diario, tengo muy presente que ya no basta adaptarse, es necesario anticiparse. La situación que plantea el COVID-19 es el mayor reto biológico global al que nos hemos enfrentado en los últimos tiempos. Y no, no nos hemos anticipado.
Quizá no hemos podido anticiparnos o quizá no ha interesado. Quizá un reto global debiera abordarse a través de una lucha global y conjunta. Y quizá cambiar eso no está en tus manos ni en las mías. Pero ya que no nos hemos anticipado, al menos, adaptémonos.
Adaptémonos a disfrutar de la casa, de los nuestros y de nosotros mismos. Evitemos que esta situación se convierta en un paréntesis previo a la vuelta a la normalidad. ¿Qué normalidad? Es posible que nunca volvamos a ella. ¡Ojalá nunca volvamos a ella! Ojalá salgamos reforzados y habiendo aprendido quiénes son los héroes y los sectores clave de nuestra sociedad. Ojalá aprendamos más sobre nosotros mismos.
Secundemos ese #yomequedoencasa con el optimismo que exige la situación. ¡Qué fortuna si tienes casa y lo más duro que te han pedido estos días es que te quedes en ella! Si tan solo por eso te sientes encarcelado, quizá el problema no sea el confinamiento. Quizá tu cárcel seas tú.
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