La reflexión puede doler, pero puede sanear en lo más íntimo
Se agradece la línea imparcial en algunos medios, al no seleccionar con una impuesta autoridad moral las opiniones supuestamente negativas, con el supremo fin de no asustar demasiado para achicar así la virulencia del momento. En algunos casos, al permitir solo la canción infantil o la pamplina de "todo pasará" y "todo el mundo es bueno", puede frustrarse el propósito de enmienda, que es el que realmente nos beneficiaría a todos. Yo al menos aprecio, comparto y estimulo la responsabilidad colectiva y por tanto también personal, que en una medida cargamos todos.
Hay tres jinetes en el Apocalipsis que representan el daño hecho a la humanidad por el hombre, o del hombre a la humanidad. Una mala gestión entre el hombre y los animales ha traído la gripe aviar, el sida y el coronavirus, entre otras epidemias. Las guerras tampoco las ha producido Dios, aunque a menudo ha sido la excusa, incluso cuando desde ambos bandos se invoca al mismo Dios para que otorgue la victoria sobre el contrario, que no siempre es el enemigo. Un “enemigo” indefenso es el bebé no deseado, sobre el que hay una guerra más mortífera que cualquier otra. Más de cien mil vidas abortadas cada año en España y más de veinticinco millones al año en el mundo. Ni siquiera tienen la oportunidad de sumarse a los setenta millones de refugiados.
Sobre la mala o ambiciosa, egoísta, dominante, contaminante y descarnada administración de los recursos con los que Dios ha dotado al Planeta, ya tenemos noticias todos los días: 805 millones de personas en el mundo -uno de cada nueve- padecen hambre. En Kenia, el 60 por ciento de las divisas del país se utilizan para la importación del petróleo; en Uganda, todas. Otro día comentaremos el gasto de armamento en el mundo, o lo que suponen tres millones de funcionarios y millón y medio de políticos en España. En cuanto al primer jinete, el que viene al galope para acabar con todo esto, ya comentaremos la próxima vez... si Dios quiere.
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