Futuro incierto. Recemos
Sr. Director: Por su interés y actualidad, permítame que le remita el mismo artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA el 26 de junio de 2018, por si tuviera a bien publicarlo. Muchas gracias.
"Quien olvida su historia está condenado a repetirla", frase atribuida al filósofo hispanoamericano George Santayana.
Año 2004. Para la economía española eran tiempos de vino y rosas. El insigne socialista Rodríguez Zapatero llega a la Moncloa inesperadamente, tras el desgraciado atentado del 11-M, sin programa para gobernar (porque no esperaba hacerlo), pero heredando una España que acariciaba el pleno empleo, sin prima de riesgo, crecimiento del 3%, más de 1.000 etarras detenidos desde 1996, y una de las mayores conquistas financieras de la historia de nuestro país: la calificación de la deuda (Mood'ys, Fitch y S&P) con la triple A.
El ya presidente Zapatero reconoció la evidencia, en el Congreso, con estas palabras: «Señor Rajoy, aunque sorprenda la afirmación que voy a hacer, porque no es muy habitual en el debate político, no tengo ningún inconveniente en reconocer que no es una mala herencia económica la que hemos recibido. Es así de claro».
Año 2010. Habían pasado seis años cuando ese idílico proyecto de vida en la Arcadia feliz se vino abajo con estrépito. Trichet, presidente del Banco Central Europeo, llegó a recomendar no comprar deuda pública, y tanto Merkel, como Sarkozy, Berlusconi y hasta el mismísimo Obama (por teléfono), ante la gravísima situación generada, propiciaron que Zapatero compareciera en el Congreso (12 de mayo de 2010), para anunciar "duras medidas, sacrificios y esfuerzo importante".
Núcleo de medidas: 1) Reducir las retribuciones de personal del sector público en un 5% en 2010, y congelarlas en 2011; 2) Bajar el sueldo un 15% a los miembros del Gobierno; 3) Suspender para 2011 la revalorización de las pensiones; 4) Eliminar la prestación por nacimiento de 2.500 euros; 5) Eliminar la retroactividad en la Dependencia; 6) Reducir en 600 millones la Ayuda oficial al Desarrollo; 7) Reducir la Inversión Pública en 6.045 millones de euros y 8) Ahorro de 1.200 millones en comunidades autónomas y ayuntamientos.
El ínclito Zapatero cerró la sesión con estas históricas palabras: "Las medidas suponen un ahorro adicional de 5.000 millones, en 2010, y de 10.000 millones para 2011. Son equitativas, pues pretenden repartir con justicia, ese esfuerzo nacional que hoy, como presidente del Gobierno, pido a los ciudadanos".
Año 2018. La historia, ocho años más tarde, se repite, y esta vez, otro socialista, el insigne Pedro Sánchez, llega a la Moncloa inesperadamente, sin programa para gobernar (porque no esperaba hacerlo), pero heredando una España a la cabeza de Europa en crecimiento, con el déficit por debajo del 3%, creación de empleo como nunca (medio millón al año, y mejorando), recaudación récord de la Seguridad Social (aunque se paga más en pensiones, de ahí el déficit), crecimiento de la economía a casi el 3%, subida de pensiones para 2018...
Recuerden: "Quien olvida su historia está condenado a repetirla" (George Santayana)
¿Se avecinan nuevos tiempos de vino y rosas, o la debacle está llamando a la puerta? ¿Va a ser Pedro Sánchez capaz de completar la travesía con una tripulación tan cainita y radical (Podemos, PNV, Bildu, ERC? De momento, para hacer boca, las primeras medidas ya apuntan a un importante aumento de gasto e inminente subida de impuestos.
Particularmente, por el bien de todos y el mío propio, me niego a alistarme en el bando de los cenizos, porque es mi deseo que el Sr. Sánchez no tenga que hacer suyas, aquellas palabras del ínclito Zapatero, el aciago 12 de mayo de 2010, en el Congreso de los Diputados. Sería, en ese supuesto, el epílogo a una hecatombe que muchos temen, y que ninguno deseamos.
Según decía Churchill: "El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso, sin perder el entusiasmo". Pues eso, no perdamos el entusiasmo.
Saludos cordiales
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