El valor del ser humano
Me ha llenado de alegría leer que en el Hospital de Avilés han curado del coronavirus a una señora de 100 años. La curación de un ser humano siempre es motivo de gozo. Además, una curación con 100 años de edad produce una emoción añadida. Y, en tercer lugar, un país y su sistema sanitario que hacen las cosas así de bien están demostrando una grandeza sublime.
Estoy seguro de que nuestra nación, a lo largo de su historia futura, nunca caerá en la mezquindad de considerar vidas de primer orden y vidas de segundo orden. No, seguro que no.
Somos muy afortunados al vivir en un país cuyos profesionales sanitarios actúan con la heroicidad que estamos viendo, así como también los profesionales de muchos otros campos. Un país cuyos habitantes son un modelo de generosidad compartiendo sus capacidades, su tiempo, sus energías, sus bienes. Un país que se une cada tarde para rendirles un sentido homenaje.
En una nación así, nunca se llegarán a escatimar los recursos necesarios a la salud de un ser humano, por pensar que su vida en el tiempo quizá ya no vaya a ser larga.
¡Qué grande un país así! ¡Qué grandes un sistema sanitario y unos profesionales así! ¡Qué grandes unos ciudadanos así! Es un regalo vivir en una nación en la que se valora de este modo al ser humano y su vida.
Aún más: al encontrarnos todos en la profunda valoración del ser humano, es posible el trabajo conjunto, sin que nos separen ideologías o credos. Lo que une es más fuerte: el valor del ser humano.
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