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La guerra de nuestros padres: otra mirada, otro sendero

29 de Mayo del 2010 - Miren Vilella Arriortua (Cudillero)

Me intriga el interés de Ramón Alonso por aludir (!tres veces cantó el gallo !) a mi persona en sus epístolas que, si bien de curas y monseñores sabe un rato y de vidas y milagros también, no se trata de esto. Llego a sonrojarme, que apenas se nota, porque "rojilla" lo soy, si por ello se entiende que no voy a misa ni comulgo con las ideas que parece profesar.

Soy hija de mis padres que "perdieron" la guerra. Y sin comerlo ni beberlo, así perdieron su adolescencia o juventud y su vida porque les "tocó"- en esto lleva razón, que no lo eligieron-y se sintieron toda su vida apátridas, porque se truncaron sus raíces y nunca acabaron por echarlas en otro lugar, bien porque no les dejaron, no supieron, o bien porque se resistieron esperando poder regresar a tiempo. Su historia es parecida a la de muchos otros, sin linaje preclaro conocido, anónimos ellos. Sólo pretendo insistir en que son merecederos, ellos y los que yacen aquí y allí, que ya es hora de asumir el duelo, de nuestro respeto, de nuestra memoria y del reconocimiento a la dignidad que algunos pretenden seguir negándoles. Pienso que es de justicia, porque dignos siempre lo han sido, nos han rodeado de afecto, empeñados, a pesar de las coyunturas, en dotarnos de los instrumentos que proporcionan la educación y la libertad, inculcándonos el espíritu de la superación, de la crítica, de la solidaridad y mucho optimismo, esperanza y ganas de vivir. Que no sean los únicos, puede, no lo discuto. Pero nunca nos han hecho partícipes de sentimientos vengativos- sí de alguna amargura- y me irrita profundamente la banalidad o el cinismo y, en ocasiones, el machaqueo (de "machacar") con que algunos tratan sus circunstancias y me duele.

¿Qué me cuenta usted de fulano, zutano o perengano y qué de sus ascendencias?. ¿Qué no vale para ellos lo que canta Serrat: "a menudo los hijos se nos parecen"? Para Usted tampoco, por lo que confiesa. ¿ Y qué?

Lamento que de su reflexión respecto a la cita de Saramago sólo haya podido sacarle punta a su ironía- algo más amable en esta ocasión, lo reconozco- y jugar- a lo Rosa Díez- con el tópico manido de los gallegos. Usted se lo pierde.

Su epístola última es algo farragosa para mis entendederas :"quand on veut faire de l'esprit, il arrive qu'on mente un peu" (Saint-Exupéry) y me pone en bandeja citarle a Madame de Sévigné que escribía:" nous faisons quelquefois des conversations d'une tristesse qu'il semble qu'il n'y ait plus qu'à nous enterrer". Sus monólogos rezuman pesimismo. Bien triste es o está. Lo siento y perdone si no me subo a su carro.

Aprecio su afán por bautizarme y cambiarme el nombre.Me regala con "Alicia". Gracias, precioso, pero me quedo con el mío, que lo llevo desde siempre. Espero, sin embargo, que no pertenezca del todo a la "banda" - musical, por su afición al acordeón lo digo- de Iturgaiz y acabe, en una siguiente misiva llamándome "hiena bolchevique".

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