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Sólo hablaba de derechos

29 de Mayo del 2010 - Juan Luis Paz Martínez (Mieres)

Seminarista, Profesor, Filósofo, Literato y Filólogo, y vete tú a saber qué más, Ramón Alonso Nieda: tu pretendida réplica (te tuteo pues me dices guapo; 9 años y aún no me olvidas), del 13 de Mayo (LNE Pantalones caídos), confirma mi sospecha: en España tenemos serias problemas de comunicación; me citas y nombras, no para rebatirme, sino para apoyarte de forma parcial e interesada en mi hipérbole y efectuar un superfluo monólogo de exorcista; desde mi estulticia (dices que revelada a través de paridas, y propia de las cuencas a las que se destina alegremente tanto dinero tonto), opino que el problema parte de una obviedad: imposible escuchar si lo único que te interesa es hablar (aparte de fiscalizar signos de puntuación siempre se aprende de quien menos lo esperas- y contar líneas). Ya te lo dijo Juan Pablo II: los españoles decís cosas muy bonitas, pero no sabéis escuchar. Hazle caso; deja de decirte cosas lindas, y escucha: no cito anticristianismo; sólo propongo una lectura comprensiva, tolerante y atenta de las religiones, y no parcial, propagandística, e interesada sobre los miembros que las interpretan o prostituyen. Es tan simple, miope, ignorante y reduccionista proclamar el sometimiento que produce un pañuelo como prejuzgar la pederastia que emana de un crucifijo. Lo que debemos hacer, y deberías haberlo leído, es hablar de aquí y de ahora. Lo contrario es la demagogia de la que me acusas. Punto y aparte.

No aprendí retórica ni filología en el Seminario de Covadonga, sino en la calle; esto explica la diferencia de nivel en nuestra interlocución; espero comprensión; pero de lo que no me vas a dar lecciones -aunque peines canas-, faltaría más, es de tolerancia, xenofobia, sexismo, progresía, mestizaje, y democracia. Lo que no es óbice para agradecer tus consejos, que aplicaré en este género epistolar en el que tanto te prodigas, sacando punta de lo poco de los demás que tu minúscula atalaya te ofrece, y desde la que no se divisa ninguna estancia de tu hogar. Maldito país, todas las ventanas ofrecen el paisaje de lo de fuera sólo. Punto y aparte.

Voy a parafrasearte para afearte tu dogmática apriorística y sectaria hacia lo relativo al inevitable mestizaje de culturas (que no de civilizaciones, no pongas palabras en mi boca, esa es una zapateril chorrada), la inteligencia al por menor que has detectado en las cuencas (amén de la gravísima alusión a las chekas desaconsejable para los que usamos gafas saltar a piscinas sin agua-), la educativa docencia de la que disides, la progresía, la democracia, la guapura (gracias) y el anticristianismo que me atribuyes (qué manía con interpretar y etiquetar en vez de leer). Punto y aparte.

No es nada higiénica tu versión epistolar del televisivo "Sé lo que hicisteis": refritos con las cartas de los demás, deconstruyendo hasta punto de nieve mis palabras; lo repruebo. Si dramatizo sobre la posibilidad de que se prohíba alocadamente todo símbolo religioso individual por atribuírsele alegremente defectos inherentes (visualizando un panorama de o todos o ninguno), sobra la perorata de la bondad del cristianismo frente a otras religiones (trampa: recuerdas un misericordioso pasaje de ese recomendable libro llamado biblia, como le sucede al Corán, pero te olvidas del resto de la historia de sangre femenina del cristianismo, ¿de verdad quieres ir por ahí?); no te veo tan bisoño, ilustrado y docto pensador y escribiente, como para creer que voy por ahí, por el anticristianismo; me obligas a pensar que eres un oportunista barroco y a la defensiva que se queda sólo en las formas (puntos y aparte, palabras descontextualizadas, mis lindos ojos) y en la parte (¡vade retro!: progresista, mierense, mestizo, docente, demócrata, laico, guapo, ¡más madera!). Pero, ¡ay! cuánta razón llevas, al contrastar la contabilidad de las hordas cristianas (viniendo de donde vienes, artificioso viaje vía Tokio a wikipedia). Punto y aparte.

Tu cruzada contra tus fantasmas, perpetuada hasta el hastío a través de prolijos y recurrentes tirones de orejas epistolares a todo lo que se mueva, incluidos puñales a tu propia curia y gremio, no tiene nada que ver con mis argumentos; o no los has entendido, o voy a tener que pensar que tus letras y tus molinos no saben caminar separados, San Quixote. Punto y aparte.

No agradecerás, pero te lo voy a volver a explicar (puede ser necesario un antihistamínico): sólo hablaba de derechos, educación, diálogo, debate, análisis, amparo, y no de prohibición caprichosa, generalizada e indiscriminada (y discriminatoria); donde viste guerra santa, infieles, telón de acero, chekas, rabos, cuernos y demás molinos en un acrobático ejercicio de fermentación anaeróbica, sólo hablaba de un contexto libre y democrático en el que una cosa es el necesario debate sobre la idoneidad de un determinado atuendo para asistir a un sitio u otro (con argumentos científicos, racionales, higiénicos, estéticos o culturales para que los alumnos puedan decidir por sí mismos), y otra muy distinta la imposición de criterios propios a los demás; sólo hablaba de exprimir la escuela como la más insigne institución dedicada a la educación, reflexión e inserción del alumnado en la sociedad con capacidad de análisis y crítica; así, mañana, mis alumnos (tus futuros conciudadanos) no habrán perdido toda esperanza de poder hacer lo que tú y yo estamos haciendo: expresarnos libremente y sin hipocresía ventajista, cobarde y políticamente correcta. Cito a tu colega Santiago Alba Rico: no debemos vedar el uso religioso, ornamental, lúdico, estético o, por qué no, blasfemo de los signos indumentarios; una escuela que impide el uso arbitrario e idiosincrásico de los símbolos representa paradójicamente a un Estado totalitario y teocrático; si lo hacemos, y ahí está la paradoja de la frustrada aconfesionalidad que aún no hemos entendido ni aplicado, reafirmamos el carácter exclusivamente confesional que no tienen por qué tener. Punto y aparte.

Tus iglesias están a salvo de la quema de la guerra santa que sólo tú ves; sólo hablaba del derecho a que todos, sin excepción, puedan expresarse individual y libremente, confesión religiosa incluida, y cristianismo incluido; ¿intentas convencernos de que no habías entendido estas palabras mías? Porque, y dispuestos a fiscalizar la estética del alumnado, y aludiendo a las buenas costumbres para sortear cual equilibrista políticamente correcto las posibles sospechas de cruzado islamófobo, ¿por qué no aparecen en los reglamentos de régimen interno de los centros públicos extensas referencias al resto de buenas costumbres? no voy a ponerte etiquetas sin conocerte, como hiciste conmigo; no soy tan atrevido, pero estoy seguro de que piensas, como yo, que hay muchas otras cosas, aparte del pañuelo, y más habituales, que se podrían sancionar; cosas, San Quixote, que se permiten en los centros hoy en día; y sólo hablaba de eso; de que, si pueden hacerlo, y de hecho lo están haciendo, y de hecho quiero que puedan seguir haciéndolo (lo cual no quiere decir que me guste, ¿lo entiendes?), y de hecho no impide una educación efectiva y de calidad, ¿por qué vienen ahora sólo con el pañuelo?¿por qué sancionar esa conducta y no el que enseñen el tanga y los gayumbos? Blanco y en botella. Lo que me preocupa es que no llaméis a las cosas por su nombre. Punto y aparte.

Por cierto, no estoy liberado, soy un obrero convencido e ilusionado (sí, también iluso; e ingenuo) de la Educación; sí, con mayúsculas. Y, si ahora ya lo entendiste, será por la honestidad y sensatez que me recomendaste; si así lo sientes, cosa que dudo, habrás recuperado la cordura; lo que, San Quixote, indica el final de un camino

Pega, pero escucha (Temístocles). Punto y final.

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