¿Contadores de cadáveres?
Según diversas fuentes, entre ellas la Organización Mundial de la Salud: 1) Tres millones de niños menores de 5 años mueren de hambre por año en el mundo y este sigue andando; 2) Por la misma causa (hambre), diez millones de personas adultas mueren en el mundo y este sigue andando; 3) Hasta el 25 de marzo, en lo que va del año 2020 han muerto cien veces más personas por hambre que por COVID-19, pero eso nadie lo cuenta, y el mundo sigue andando; 4) Un millón y medio de niños por año mueren de diarrea en el mundo, y este sigue andando; 5) Cincuenta y seis millones de niños por nacer mueren en el año por aborto provocado dolosamente por el hombre en el mundo, y este sigue andando.
Insisto, pese a tantos muertos, el mundo sigue adelante como si nada hubiera pasado.
Ahora bien, con el tristemente célebre coronavirus o COVID-19 y con una cifra que ni siquiera se acerca mínimamente a las que acabamos de ver, bajo la excusa de la pandemia, se paraliza el mundo. ¿Por qué motivo? Pues sencillamente, y esto hay que decirlo, porque hoy nos encontramos con un arma letal: las redes sociales. Los muertos, las víctimas y los distintos casos se cuentan minuto a minuto, lo que nunca antes había pasado con otras pandemias iguales o peores. Todos estamos contabilizando muertos. Nos hemos transformado en contadores de cadáveres. Decía un autor colombiano (Sebastián Toro) hace pocos días que “nos tocó vivir una de tantas pandemias, que no es mortal, pero lo que sí es mortal es dejar de vivir por el miedo a morir”.
Y no se me diga que es solo por el tema del contagio, pues, sin ninguna duda, no hay nada más contagioso que el hambre, cuando esta es ocasionada directamente por el hombre en forma intencional. No nos olvidemos que solo nuestro país podría abastecer de alimentos a la población mundial.
¿Cuánta gente más morirá por la pandemia de hambre que están provocando los gobernantes del planeta con la paralización de la posibilidad de alimentarse que tienen hoy los habitantes de casi todo el mundo?
Claramente, algo se deberá hacer, de lo contrario ya no habrá siquiera quien lea mis estúpidas cartas.
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