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Estamos ya en estilo chavista-castrista

26 de Abril del 2020 - Juan Goti Ordeñana

Contaba Rosa Díaz en un artículo al día siguiente de la arenga del día 21 de marzo de Pedro Sánchez, cuando nos metió una perorata de más de una hora, que un viejo amigo socialista le escribió para decirle: “Lo de ayer noche fue abiertamente una comparecencia chavista-castrista”. En realidad, nos recordó las verborreas de Fidel Castro que nos contaban, que hablaba horas y horas. Así que nuestro presidente, como de ordenación y economía del Estado parece que no tiene nada que hacer en esta sociedad democrática, nos quiere demostrar que quiere caminar hacia la dictadura del estilo chavista-castrista, y que está dispuesto a seguir estos modelos. Estas soflamas de autobombo dan muestra de que se ha empapado de aquellas lecciones.

Lo cual prueba lo bien aprendido que tiene los avisos que le llegaron con aquella visita de la chavista Delcy Rodríguez, que trajo unas valijas que desaparecieron, según dicen llenas de oro. Pero lo verdaderamente grave de aquello fue el aviso para Pedro Sánchez, quien inmediatamente se dio por enterado: desde ese momento, rebajó de categoría a Guaidó a simple jefe de la oposición; elevó a Iglesias con funciones especiales, como dar cierta beligerancia en el Gobierno, pertenecer a la Comisión Delegada del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), callar cuando se salta la cuarentena por temor del coronavirus y echar mítines como si tuviera mando en plaza, a la vez que le está poniendo en el disparadero para lanzarlo al poder. Esto no era lo esperado, viene desde aquel aviso de Maduro. Así que, cuidadito, cuando la prensa ha dejado en el olvido aquel incidente porque ha llegado el coronavirus, aquella advertencia está ahí, y el Pablo Iglesias está aumentando poderes.

El Presidente ya sabe, según los antecedentes del chavismo-castrismo, que hay que cuidar mucho la propaganda. Para ello ha montado sus equipos de asesores, que no son para el Gobierno de Estado de lo que pasa el Presidente, sino para ocuparse de la publicidad e imagen de Pedro Sánchez. Y no solo de Sánchez, sino también de Iglesias, que le antecedió unos días con una arenga, para coronar la semana con la perorata del gran dirigente, con una larga disertación de propaganda y autobombo. No se extendió contando la realidad de la situación del coronavirus ni del Estado, sino de las grandes cosas que había hecho y los cambios que había promovido, no se sabe en qué mundo, pues en esta sociedad democrática todavía no se ha asentado. Toda la hora la dedicó a embaucar a la población apareciendo como salvador del momento del coronavirus, cuando ha sido la causa de la hecatombe que nos ha llegado con la pandemia. Es de admirar cómo este gran impostor nos brindó una arenga con una sarta de mentiras, para salvar su pellejo.

No mostró ningún pesar por la situación que nos ha creado, al retrasar la valoración de los daños que podía traer la pandemia, que ya había sido advertido por la OMS con algún tiempo de antelación, indicando que había que evitar todo tipo de concentraciones de personas por el peligro de contaminación. Ya corría el coronavirus por España cuando el día 8 de marzo se celebró el gran festival feminista, en el que se contaminaron tantos asistentes, entre ellos hasta la vicepresidenta primera. ¿Pero cómo por esos detalles se va a reconocer culpable, cuando eran cesiones a ciertas ideologías que dominan su Gobierno? Y aún, cuando se recurre a la OTAN para pedir ayuda, se señala como fecha de entrada de la pandemia el día siguiente, 9 de marzo, cuando con antelación había contaminados y hasta alguna muerte, y está claro que el día anterior miembros del Gobierno se contagiaron en la manifestación feminista.

Según el Presidente, se actuó correctamente y fueron los primeros que tomaron las medidas necesarias, antes que nadie. Y para figurar como resolutor de todos los problemas, se dotó de plenos poderes para figurar como valedor de la situación, pero este acaparamiento de poder solo ha servido para congestionar la función de las comunidades autónomas en la gestión de sus sistemas sanitarios, y llegar a promover colapsos en la prestación de servicios.

No obstante este acaparamiento de poderes, ante la amenaza de la pandemia, se descuidó la adquisición del equipamiento necesario para proteger a las personas que debían prestar asistencia a los afectados. De modo que el personal sanitario ha corrido un grave riesgo, con lo que muchos han sido infectados con el coronavirus. Ya que, cuando empezaron los hospitales a trabajar, se encontraron sin material sanitario por una delictiva imprevisión, y para mayor entorpecimiento de los suministros se centralizó el acopio del material, que por mala fe o por incapacidad no se supo comprar a China, donde se adquirió material defectuoso, ni distribuir adecuadamente, con lo que siguió la falta de material adecuado. Solo salvaron aquellas autonomías que actuaron por su cuenta abasteciéndose de material.

Cuando todo se había agravado, y no tenía otro remedio, dio el decreto de confinamiento de todas las familias en sus casas, la paralización de la mayor parte de la industria y la inmovilización de la sociedad. Las decisiones irresponsables de un Gobierno de ineptos es lo que nos ha traído a esta situación, por poner por delante los intereses ideológicos de unos grupos a los derechos de los ciudadanos.

Una reflexión: ante el desastre de esta actuación, el Gobierno sale con arengas bien preparadas por sus medios de publicidad para confundir a la población, que no sabe medir las actuaciones de una pandilla de inconscientes e irresponsables, como el que nos gobierna. La historia nos ha enseñado, como incuestionable, que el populismo de izquierdas aprovecha las grandes crisis para hacerse con el poder, llegando en esos momentos a controlar al pueblo, evitando todo contrapoder que pueda controlarlo. Bien lo sabe Sánchez y por ello ha redoblado los esfuerzos propagandísticos, al tiempo que ha hecho una concentración del poder.

Ya está la Moncloa infectada de chavismo, y dispone de medios de publicidad, sometidos a su control, que constantemente están disparando propaganda; para ello da quince millones a las televisiones que lo ensalzan. Todo está medido por Iván Redondo y una plantilla de doscientos técnicos que sin cesar hacen encuestas, estimaciones, diseñan tácticas de estrategia de comunicación, y les interesará que el caos llegue a tocar fondo, para aparecer al final como supervivientes que van a salvar aquella situación de desconcierto.

Dado el caos, la confusión y el miedo de la población, pueden considerar que es el momento oportuno para dar un golpe de Estado. Ya han empezado con minusvalorar el papel del Rey y buscar causas para liquidar la monarquía; se ha declarado el estado de alarma justificado por la emergencia sanitaria; el vicepresidente Iglesias ha lanzado la idea de nacionalizar los servicios sanitarios, y ha alegado, leyendo sesgadamente el artículo 128 de la Constitución, que toda la riqueza del país está subordinada al interés general, con lo que han saltado las alertas en el mundo empresarial; se ha modificado el CNI para introducir en la Comisión Delegada para Asuntos de Inteligencia a Iglesias y a su hombre de confianza, Iván Redondo; se ha suprimido el control parlamentario y centralizado la acción legislativa en la presidenta del Congreso, y por la orden SND/261/2020 se ha puesto en manos del ministro de Justicia toda la actividad judicial. Estamos ante una concentración de poder, y para dar un golpe de Estado solo falta el último paso, darlo. En este caso, con normas sin violencia.

Observemos cómo recibió Sánchez el aviso de Venezuela, cómo ha montado una concentración de fuerzas afines al chavismo, que hoy envenenan la Moncloa. El problema es si, llegados a este momento, es demasiado fuerte la pugna Sánchez e Iglesias, puesto que cada uno de ellos aspira a la jefatura del chavismo, y es difícil que cedan. En este momento a Sánchez le importa poco la situación por la que estamos pasando, su preocupación es triunfar en la pugna que mantiene con Iglesias. Ambos aspiran a la próxima jefatura del chavismo que nos quieren introducir.

Este Gobierno, olvidando el bienestar del ciudadano, ha emprendido una carrera peligrosa y ha causado terror en los sectores de intelectuales y de la producción.

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