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Margarita Nelken y les tricoteuses

31 de Mayo del 2010 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Les tricoteuses, las del ganchillo. Así llamaban, en tiempos de la Revolución, a las progres parisinas que hacían ganchillo mientras asistían al espectáculo en 3D de la guillotina y los justiciables iban llegando por carretadas. Las más enteradas, sin perder el punto, transmitían a las demás su información privilegiada: -Aquel señor más alto es el marqués de Tal, el tipo más bajito y gordo es monseñor de Cual.

Meter en el montón de las del ganchillo a Margarita Nelken, diputada caballerista primero y comunista después, sería hacerla de menos; ella que tan poderosamente contribuyó a cargar las carretas de la muerte, en la retaguardia del Frente Popular, durante la Guerra Civil. Servatis servandis, lo mismo cabría decir de María Teresa León, de Alberti y de Bergamín, esos pijos ilustrados que travestidos con El Mono Azul mandaban A paseo a los colegas que no les merecían el estatuto de camaradas.

Ganchillo, mirando atrás con ira, lo hacen hoy entre nosotros Maruja Torres, Rosa Regás y D. Antonio Gala, por ejemplo (un mal ejemplo). El de Almudena Grandes, que fusilaría a dos o tres cada mañana, es un caso aparte, Cómo le gustaría a la inmensa Almudena organizar con su marido un Congreso Internacional de Escritores Antifascistas, en Madrid y en Valencia y subvencionado con fondos de guerra. Diríase que a la historia le gusta repetirse por parejas: la primera vez como tragedia; la segunda, como farsa.

Los que se incluyen por derecho propio en la aguerrida falange del ganchillo son los actores y actrices circunflejos, que ellos sí son del espectáculo. Sin haber roto un cristal, se quedaron con el Palacio de Invierno y con todo lo que había dentro. Por eso, en las performances militantes, exhiben esa chulería agresiva, propia del más rancio señoritismo (Puesto que son gente de posibles, les veremos un día de estos, en comandita con los chicos del fútbol, ofrecerle a ZP su tributo de sangre para sacarnos de la crisis). A ellas ya las hemos visto, vestales al filo de lo sublime, cortando rosas blancas en sus jardines nocturnos, para ofrecérselas a los pobres terroristas, que tanto han luchado y sufrido por la paz en medio de la incomprensión general (a no ser la de los curas vascos y la de algún gilireverendo de aquí).

Sin embargo me propongo destacar, frente a la épica, la fibra doméstica de la señora Nelken, porque en ella se manifiesta un rasgo común a todos los progres que la vida me ha hecho frecuentar. Y es que, mientras su cabeza pajarea por los altos andamios de las flores y de la justicia universal, tienen los pies sólidamente afincados en el suelo y gestionan sus carreras con un realismo muy compacto. Conocen al dedillo baremos, convocatorias, concursos, comisiones, complementos, cargos de confianza y de libre designación; saben quien corta al bacalao en cada caso, van directos al grano y no les verás pisar un cable.

-En la designación de comisarios, Prieto sólo ha puesto el veto a uno, por incapacidad conocida, a quien proponían para comisario de brigada, con sueldo de general. Era el yerno de Margarita Nelken. Álvarez del Vallo le llevaba en lista, con otros, y como Prieto le hizo observar la nulidad del sujeto, Vayo dijo: -¡Quién resiste a esa mujer! La resisto yo (respondió Prieto), y tachó el nombre. (Manuel Azaña, Diarios de guerra).

Aquí tenemos a Margaritta, la justiciera insobornable, ejerciendo de mamá amantísima y presionando en las alturas del Estado para garantizarle un buen enchufe al marido de su hija, que era un piernas. Con sueldo de general, que en el contexto de la guerra los precios se habían puesto por las nubes. Margarita Nelken o Madre coraje. ¿No la vamos a querer? ¿No la vamos a admirar?

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