¡Viva nuestro Gobierno!
Por el ambiente que venimos respirando últimamente en este medio de comunicación, seguro que más de uno creerá que estoy soltando una ironía (si se muere la ciudadanía, ¿para qué queremos que viva el Gobierno?), pero no, no se trata de eso, sino de la expresión de un sentimiento hondo y sincero. En primer lugar, porque es nuestro Gobierno; en segundo lugar, por ser un Gobierno democrático (no golpista, como algunos pretenden), que es como decir doblemente nuestro, y, en tercer lugar, porque creo que se está dejando literalmente la piel por librar al país del terrible azote de la pandemia. ¿Que no lo hacen todo perfecto o no le sale todo a la perfección? No cabe la menor duda, ya sea por defecto propio o por engaños y zancadillas de terceros (en el llamado “libre mercado” hay buitres traficando con el dolor humano y con la muerte). Pero, ¿habrá alguien en el planeta que se atreva a apostar por la perfección en esta dramática coyuntura que desborda todo lo previsible?
No soy persona proclive a repartir incienso a la autoridad, pero en las actuales circunstancias estoy convencido de que tenemos la gran suerte de contar con el mejor Gobierno de los posibles, un equipo ejemplar entregado día y noche a la salvación de la sociedad y merecedor, por tanto, de toda nuestra admiración y nuestra gratitud. Es triste constatar que tal reconocimiento tenga que venir de fuera de nuestras fronteras; lo que hemos visto de puertas adentro ha sido precisamente lo contrario: una parte importante de la clase política insolidaria y cainita, incapaz de aparcar por un instante su condición de oposición y ponerse a colaborar. Antes al contrario, la llamada del Presidente “Juntos venceremos” parece haber significado para ellos una declaración de debilidad que no debían desaprovechar. Sin ningún disimulo dieron a entender que para ellos era más importante la derrota del Gobierno que la del coronavirus. La oportunidad para el oportunismo estaba servida y contaban con bazas muy importantes a su favor: el incremento progresivo del drama social fácilmente manipulable y las bajas causadas por el virus en las filas del propio Gobierno. Al anteponer su ciega ambición a su condición de seres humanos han sido incapaces de entender que en esta travesía todos estamos en el mismo barco frente a la galerna, y que actuar de francotiradores contra la tripulación es no solo una bajeza moral imperdonable, sino también un suicidio colectivo.
Por si ello fuera poco, una caterva de tahúres recalcitrantes y ultramontanos, haciendo uso de sus malas artes, han emprendido una virulenta (por si no había bastantes virus) campaña en los medios de comunicación, incluida LA NUEVA ESPAÑA, para desprestigiar al Gobierno vertiendo infundios, trapisondas e insultos de una zafiedad verdaderamente repugnante. Me produce vergüenza y asco. Creo que es algo inédito en el área política de nuestro entorno y en cualquier país medianamente civilizado. Solemos decir que en situaciones extremas de sufrimiento humano afloran los mejores valores morales de las personas, pero desgraciadamente vemos que esto no se cumple de manera universal. Ya lo dijo el hagiógrafo en la famosa parábola, que bien podemos aplicar al momento actual: una parte de la semilla (la del mortífero virus) cayó en terreno noble y generó una inmensa cosecha de nobleza y solidaridad; otra parte cayó en un cascajal estercolado y solo hizo crecer un arsenal de espinas y de cizaña.
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