Si quitamos la crítica a la democracia, ya deja de serlo
Viene al caso porque muchos dicen que no hay que hacer críticas al Gobierno en la gestión de esta pesadilla por la que estamos pasando todos, que debemos sumar y no restar. Estoy de acuerdo, pero la crítica forma parte de esa suma, ayuda a no relajarse a nadie. Seguro que existen montones de críticas partidistas en busca de carnaza favorable, incluso aprovechando el dolor del momento. Hay que aprender a desecharlas, pero, sin embargo, existirán otras que nos servirán de contrapeso a nuestras ofuscaciones.
No hay duda de que nos cogió a todos en pelota, que vamos un poco a remolque de este enemigo invisible. Todos debemos aprender de todos.
No comprendo cómo Pedro Sánchez no supo comprometer en esta tarea ardua a todos los líderes de los partidos de la oposición. Así ya nadie podría sacar provecho de esta situación límite. Es cierto, Casado y su asesor “lanza aceitunas” no tienen la consistencia de hombres de Estado, son gatitos que se creen tigres. No han dado palo al agua en su vida y ahora lideran al gran partido de la oposición. Ese es el mal de la política, dejamos en manos de mediocres la responsabilidad de gestionarnos. Así nos luce el pelo.
De todos ellos, Pedro es el que más caché y personalidad va cogiendo, fui crítico con él y a la vez alabé a otros incomprensiblemente, ya que no dan la talla ni la darán jamás: Pablo Iglesias e Irene Montero.
Ahora Pedro debe rápidamente proponer una crisis de gobierno y hacer cambios drásticos si quiere seguir creciendo y mantenerse por muchos años en el poder. Tiene que cesar a varios de sus ministros: Irene, Carmen Calvo (porque sería imposible mantener el discurso de la sanidad pública cuando ella ingresó en la privada), Illas, un buen hombre, pero incapaz de sobrellevar ese Ministerio en la actualidad. Pablo Iglesias no debe seguir un día más de vicepresidente. Tiene que fichar a gente madura, con experiencia, personalidad y respetada.
Ese es el mal de nuestro tiempo, nadie sabe poner límite a su capacidad, se pedía igualdad para todos, cuando todos somos desiguales, todos les seguíamos el juego a esa ministrilla de Igualdad, pedía igualdad por arriba sin méritos, con cuotas y romper techos de cristal; a fe que lo consiguió, ahora somos todos iguales, pero a ras de suelo, por abajo.
Los gatos, por mucho que se lo propongan, jamás serán tigres.
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