Los héroes huyen de la vanidad
Mientras se mueren a cientos en nuestros hospitales, salen todos los empleados sanitarios a aplaudirse mutuamente en jornada laboral. Antes salían cuatro en representación del resto y cuatro policías, ahora se convirtió en una festiva parafernalia con montones de batas y uniformes en algunos hospitales ensalivándose mutuamente, ¡ya les vale! Los héroes huyen de vanidades.
El miedo (jamás vieron la muerte tan cerca tantas personas a la vez) nos hace convertir la obligación de una profesión en heroicidad.
Muchas otras profesiones se juegan la salud y la vida cada día y muy especialmente en toda esta pesadilla por la que estamos pasando. Lo decía el hijo de un enterrador. Pero lo podría decir el hijo de cada trabajador al pie del cañón.
Así le respondí a un amigo (Che) que fue minero durante muchos años, que no era circunstancial, cada día y todos los días de cada año se jugaba la vida por el pan para sus hijos, a la vez que su penoso, laborioso, peligroso, insalubre trabajo permitía a empresas, familias y resto de la sociedad calentarse, alumbrarse, sobrevivir y avanzar. Como le decía, él y el resto de mineros no esperaban que nadie les aplaudiera y les diera medallas a la salida. ¿Saben por qué? Porque interpretaban que era la profesión que habían elegido libremente.
Tienen todo mi respeto cada una de las profesiones, muy especialmente aquellas en las que ponemos nuestra salud y nuestra vida en sus manos. No hay mayor respeto y aplauso que la consideración hacia ellos y lo que representan. Pero nada de aplausos hasta ganar esta guerra, es más, no sé qué aplauden, no hemos ganado ninguna batalla siquiera.
Darles todos los medios suficientes de protección (EPIS) es el mejor reconocimiento que les podemos dar.
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