Tarjetas verdes, moradas y negras en el fútbol
Mientras se dirimen las diferencias entre los jugadores de fútbol, representados por la Asociación de Futbolistas Españoles, y la Liga del fútbol Profesional, en la que los jugadores priorizan la salud por encima de cualquier otra exigencia, no queda nada claro cuándo y cómo se van a reanudar las competiciones.
De hecho, la AFE ha emitido un comunicado de tres puntos básicos, en los que condicionan la vuelta a los terrenos de juego a la decisión de las autoridades sanitarias.
El planteamiento de los jugadores me parece muy razonable, porque en las actuales circunstancias debería ser una prioridad absoluta en todos los órdenes, pero en el caso del fútbol profesional hay otro aspecto que quizá no hayan considerado y que me parece de vital importancia, y es el referente a los escupitajos y los fluidos de las fosas nasales que los jugadores diseminan continuamente por el terreno de juego antes, durante y después de los partidos.
En las presentes circunstancias y por lo que puede significar de evidente riesgo de contagio, yo propondría sanciones deportivas y económicas para eliminar esta penosa costumbre. Y lo haría mediante la autorización a los árbitros para que mostraran tres tipos de tarjetas: “verdes”, que implicaría la expulsión inmediata y suspensión de varios partidos por un escupitajo o un fluido nasal; “morada”, cuando se den ambas circunstancias, lo que acarrearía, además de la expulsión, un sanción económica considerable, y “negra” cuando el jugador sancionado salga del campo profiriendo improperios y lanzando fluidos a diestro y siniestro en señal de disconformidad con la decisión de los colegiados. En este último caso, además de la sanción económica correspondiente, llevaría implícita una suspensión de largo alcance.
Puede que a muchos jugadores esta medida les resulte exagerada porque hasta ahora venían escupiendo y soltando los mocos con absoluta naturalidad y despreocupación, pero el espectáculo deportivo que representa el fútbol profesional se quitaría de encima una repugnante costumbre tácitamente aceptada.
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