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El mercado os hará libres

6 de Abril del 2020 - Paco Domínguez (Avilés)

Resulta curioso observar cómo el paraguas de la libertad, que solo es un concepto de la abstracción humana, da cobijo a filosofías económicas tan alienantes para el ser humano como los sistemas productivos amparados en la mercadotecnia. El “dime lo que necesitas que yo te lo ofrezco” se convirtió en “yo creo tu necesidad y luego te hago rehén de ella”. La libertad de unos supone la esclavitud de otros. Lo más deprimente es que el marketing, que inunda los estudios de las necesidades del mercado, en situaciones de emergencia sanitaria como la actual, no tiene respuesta para la perentoria necesidad de respiradores y equipos de protección sanitaria, son los estados, tan denostados por el anarcocapitalismo, quienes tienen que mover todos sus recursos de protección ciudadana. Muchos, después de semejante golpe a la robustez del sistema capitalista, no experimentarán ninguna reacción posterior, seguirán recluidos en la caverna, no quieren ver perturbada la tranquilidad que les ofrece el mundo de las sombras. La defensa de lo público quedará relegada al gesto, más motivada por el miedo que por la conciencia firme de salvaguardar aquello que nos defiende e iguala.

Hace muchos años, en torno a setenta, que el neoliberalismo hizo suyos el poder económico y político. Todo lo que hoy es responde al concepto filosófico que enfatiza el principio de la persona libre responsable de sus actos. Como punto de partida, sin bajar a la arena de lo cotidiano, suena bien, tan bien como aquel mandamiento divino que declara el amor colectivo la conducta distintiva del cristianismo. El problema surge con la creación y distribución de la riqueza, cuando dos grandes intereses, económico y dominante, confluyen en personas embriagadas de libertad pero desprovistas de ataduras morales, éticas o piadosas, cuyo objetivo es el dominio sobre el sistema económico en general, el crecimiento ascendente de beneficios a costa de lo que sea, incluso haciendo girar las puertas que propician el paso de la influencia política al negocio empresarial, dentro de un Estado engranado y subvencionado en los mercados. Es el intervencionismo inverso. El poder económico y las fuerzas políticas indisolublemente unidas por el lazo amarillo del oro y la inmoralidad. Mientras esto ocurre, un ejército de economistas se esfuerza en suministrarnos una dosis diaria de dogmatismo liberal, ilustrado en el aumento de la productividad y la competitividad a cuenta del control salarial. La receta es sencilla: apretar el cinturón de muchos mientras se afloja el cinturón de pocos. Este es el principio de distribución de la riqueza mundial según el modelo neoliberal.

Cuando la defensa de la propiedad privada, bienes móviles y bienes raíces, está por encima de la vida humana, caemos en el libertarismo radical, aquel cuyo distintivo cromático es el amarillo, color del oro que simboliza el capital. Preconiza una vuelta atrás en el Estado del bienestar. Convertir al individuo en máquina de producción sin protección social, solo la que es capaz de generar con el esfuerzo de su trabajo; esa es su responsabilidad. Igual que sucede en cualquier latitud del mundo capitalista, también aquí, el crecimiento económico centra todo el interés de la política. En el porcentaje de crecimiento empieza y termina todo el romanticismo de la libertad. Todos estamos amarrados al palo mayor de ese crecimiento que significa empleo, también los lazos amarillos del secesionismo catalán. República sí, pero bajo la hegemonía neoliberal de la alta burguesía. O se creía el independentismo otra razón más sublime y original.

Toda la alta burguesía española, sin excepciones territoriales, asociada en torno al Ibex35, además de defender las características económicas del neoliberalismo, además de controlar los medios de comunicación, con distinta longitud de cuerda, quiere meter la zarpa en los servicios públicos. De hecho, no estamos vacunados contra estas agresiones. Es de suponer que, en un futuro, con la responsabilidad ejecutiva en otras manos, intentarán, una vez más, la privatización de los servicios sanitarios y educativos. Es su naturaleza. Repudian el intervencionismo estatal mientras no necesitan su protección. Incluso, en su variante más extrema, la del anarcocapitalismo o capitalismo salvaje, no les hace falta el sistema democrático para cumplir los objetivos expansionistas de globalización de los mercados. Es más, el Estado, para el neoliberalismo, es una rémora, un freno para la libre circulación de capital inversor. Todo es susceptible de ser vendido y comprado; de momento, bajo una ley que prohíbe el monopolio, pero esto, también puede cambiar. De hecho, cuando las energéticas se ponen de acuerdo en los precios, el principio de competencia queda relegado al plano teórico, actúan como un gran monopolio que, descontados los gastos de sanción administrativa, cuando la evidencia es clamorosa, el saldo es abrumadoramente beneficioso. Todo el mercado se autorregula mediante la ley de la oferta y la demanda. El mercado os hará libres es su divisa. La zanahoria de la libertad siempre presente, pero lo que se esconde detrás ya lo estamos notando.

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