Al presidente del Principado
Espero, si esta carta ve la luz, que España viva aún en una democracia en la que disentir no sea un delito.
Sr. Presidente, en la década de los cuarenta y cincuenta del siglo pasado, ser de izquierdas o ser homosexual era considerado un delito. Y como sabe, las autoridades animaban a la delación vecinal. En la misma década los esperables ciudadanos alemanes delataban a sus vecinos de origen judío... ya sabe cómo termina la historia.
Incentivar a los ciudadanos a convertirse en chivatos de sus vecinos, disfrácelo como quiera, pero tiene cierto tufo fascista.
¿Es consciente de la línea tan fina que separa la delación del linchamiento?
Hace días, en televisión, una mujer lloraba delante de la residencia en la que tenían secuestrada, no sabía si viva o muerta, a su madre. Comparó la residencia con un campo de exterminio. Este es el verdadero drama de esta guerra. Junto con el de los sanitarios enviados al frente, a pecho descubierto, sin armas con las que luchar o defenderse.
¿Se imagina los últimos días de los ancianos, a los que se ha decidido dejar morir solos y abandonados?
Resulta sospechoso, después de tantos muertos en las residencias, el silencio del Parlamento, de la Judicatura y del Defensor del Pueblo.
Tan dudoso como la decisión que se tomó al inicio de esta crisis de suspender las clases de los niños sin medidas de conciliación familiar y laboral. Fueron los abuelos (los más vulnerables ante el coronavirus) quienes se hicieron cargo de esos niños exponiéndose días al contagio... ¡Ay!, esos abuelos, 8.377 pensionistas menos.
¿Se avergonzarán las generaciones futuras de este episodio histórico, en el que la clase política, con la complicidad de los medios de comunicación, y el silencio cobarde de los ciudadanos, decide convertir las residencias de ancianos en campos de exterminio?
En fin, Sr. Presidente, esperemos por el bien de todos, que la gestión de este conflicto, del que ni usted ni nosotros somos responsables, sea la más acertada. Nunca será responsable de los muertos de esta guerra. Pero puede tener la tentación, como históricamente siempre sucedió, que, ante la impotencia y con la justificación de un bien superior, nos hagan retroceder a épocas de oscura represión. De momento se reabren las leproserías, eufemísticamente hoy llamadas “arcas de Noé”. Y vuelve con fuerza la inquisición; antes para defender la fe verdadera, ahora para combatir las “fake news”.
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