Sonreír con los ojos
Hay algo extraño cuando cruzo cuatro palabras con alguien. En estos días, pedir el pan en la panadería, preguntar un rápido “cómo va” en la tienda de legumbres o saludar a Juan en la puerta de su pequeño comercio de camino a casa puede parecerme raro. Ni ellos ni yo podemos vernos más de la mitad de nuestras caras.
La expresión facial nos permite comunicarnos y entendernos entre nosotros, y ahora parece que nos vemos limitados en eso también. Sin embargo, hay una parte del rostro aun descubierta con la que podemos observar plenamente el estado de ánimo de los demás. Esa parte que describen como el espejo del alma.
Así que, esta mañana, para saludar a Juan con una sonrisa franca y transmitir mi simpatía y comprensión a Montse, muy preocupada por el futuro de su negocio, he decidido usar más que nunca la mirada. Intentaré recordarlo en próximas ocasiones y aprovechar ese intercambio de saludos para demostrarles que me alegro de verdad de verlos.
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