Gratitud en pequeños gestos
Nadie podría esperar un 2020 más convulso, un año que comenzó con esperanza para muchos, pero que en cuestión de pocos meses dio un vuelco a todas nuestras vidas. Tiempo habrá de remendar errores y pedir cuentas, porque por ahora solo tenemos en nuestra mano ayudar y dejarnos ser ayudados. El mundo se somete a una amenaza invisible, solo combatible con ciencia e investigación y qué ironía cuando estos campos han sido tan sumamente minados en nuestra sociedad, donde muchos de nuestros científicos y mentes más brillantes sobreviven con becas universitarias de cuantía irrisoria. Pero cuando la estructura de las mentes cambia también puede, y quizá debe, hacerlo la estructura de la sociedad. Porque este respiro al medio, a los océanos y al cambio climático debe hacernos reaccionar.
Al mismo tiempo, los sanitarios nos advierten que todos aquellos que no pertenecemos a sectores esenciales tenemos también una labor: quedarnos en casa. Tarea fácil para la gran mayoría, algo más complicado para los niños, a quienes hay que explicarles con cuidado la situación. Pero cuando la realidad golpea, los ERTE están a la orden del día, los despidos se han cebado con el personal temporal y fijo de las empresas, los autónomos se ven en una nueva guerra tras la crisis financiera, no podemos más que trabajar, aun sin poder hacerlo en nuestros puestos, en que nuestras cabezas no sufran un daño mayor que el de la economía. Habrá que valorar no solo la pérdida humana, el gran drama de este maldito virus, sino también el achaque psicológico que esto generará en nuestros iguales. Vigilemos nuestros comportamientos, dejemos que nos ayuden quienes nos quieren y rodean, y cuando todo esto termine tratemos de dejar de estigmatizar la salud mental y de tratarla como un tema tabú. Los mayores que viven solos, los nuevos parados por causa de fuerza mayor, los niños y adolescentes que pierden sus relaciones sociales en plena edad de tener y buscar contacto, y todos aquellos que están en situación de riesgo por la forma en la que están viviendo la cuarentena y el aislamiento. Entendamos que esto va a pasar y tendamos la mano en lo que podamos. A veces el más débil convive en silencio sin tratar de perturbar la calma del resto.
Pero, por ahora, a todos los que salís cada día a proteger nuestra salud, a los que trabajáis incansablemente en hospitales y clínicas, a los que nos seguís entregando las cartas, reponiendo las estanterías de los supermercados, desinfectando las calles, limpiando los centros de trabajo, recogiendo la basura, pescando, labrando la tierra, reparando automóviles, dando soporte telemático, al SEPE por la avalancha de solicitudes que gestionan, a la Policía y la Guardia Civil, a los ayuntamientos y a las comunidades autónomas, y a un sinfín más de profesionales: Gracias. Cada día a las 20.00 horas hay aplausos en las ventanas. No es solo un gesto de agradecimiento, también queremos que nos veáis, que nos escuchéis y que sepáis que seguimos aquí, apoyándoos a todos y cada uno de vosotros.
Pero también “Gracias” a las familias que respetan las durísimas condiciones del duelo cuando pierden a un familiar, a los movimientos en redes sociales para coordinar la entrega de materiales, a los que donan los recursos necesarios, a los voluntarios que acogen a las mascotas de los que estos días se encuentran hospitalizados, a los que siguen en las protectoras y colonias alimentando a los animales que lo necesitan, a los que envían cartas de ánimo a pacientes en hospitales, a los que desde casa, y sin ser su trabajo, dan soporte a que muchas cosas bonitas sucedan. Son tiempos de gratitud en forma de pequeños gestos.
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