Si yo fuera embajador
Si yo fuera periodista, estaría preparando el día de después, probando una fórmula no deseada por nadie, la de la responsabilidad con la naturaleza y con el ser humano. Si fuera político me daría de baja para dar alguna esperanza de dignidad humana en el día de después, si fuera médico promovería la vuelta de tanto sanitario emigrado, si fuera docente crearía una fundación por la verdad, la histórica, la social y la religiosa. La religión no debe estar sometida a una clase clerical con sueldo; los evangelistas eran pescadores como Juan, médico como Lucas o recaudador de impuestos como Mateo, es decir, gente como yo.
Si fuera actor, dejaría de enseñar el culo para enseñar las entrañas, no hay nada que llegue tanto a los demás como las entrañas. Si fuera literato –alguna cosilla sin importancia tengo publicada–, escribiría una novela completamente distinta a las que vamos a leer dentro de unos meses, novelas sin resultados concluyentes. Si fuera soldado, dejaría las armas que matan para hacerme investigador de las armas contra la muerte, las físicas y las morales. Si fuera deportista, promovería el deporte vecinal, el deporte en la empresa, o en las residencias geriátricas, solo hace falta imaginación y voluntad. Si fuera músico, enseñaría música gratis a todos los niños pobres. Si fuera abogado, propondría leyes que protejan a las leyes de los políticos, para que el día de después tenga proyección y futuro.
Si fuera panadero, haría el pan sin amoniaco aunque me arruinase, lo mismo si fuera lechero, vinatero o verdulero. Si yo fuera rico, dejaría de serlo muy pronto, o me mataría el corazón, pero... ¿qué soy?, soy padre, abuelo, tío, amigo, vecino, lector... solo eso. Bueno, en realidad soy todo lo que se puede ser, ser humano... si es que soy de verdad. Si realmente pudiese ser algo, sería embajador del Reino de Dios, ese que va a librar a la humanidad de todos los males que se administran a sí mismos. No hay mayor honor en esta corta, azarosa y extraña vida.
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