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En primera persona

8 de Abril del 2020 - Borja del Campo Álvarez (Oviedo)

Coronavirus, COVID-19, virus de Wuhan… Son muchos los términos que hacen referencia a una de las crisis sanitarias más graves de los últimos tiempos que nuestro mundo globalizado está padeciendo. Sin embargo, el relato cambia cuando el análisis de la situación se hace en primera persona.

Desde enero de este año me encuentro en la bella ciudad de Bolonia, región de la Emilia-Romaña, al norte de nuestra vecina y querida Italia. Allí, estoy realizando una estancia de investigación predoctoral en uno de los lugares más prestigiosos para la ciencia jurídica y el mundo académico en general.

La semana del 9 de marzo los acontecimientos se sucedieron de manera vertiginosa. Toda vez sabida la decisión del Gobierno español de cerrar el espacio aéreo entre ambos países, tuve la suerte de poder volar in extremis vía Barcelona para regresar a casa con mi familia, que asistía atónita y preocupada a todo cuanto acontecía.

Tras varios días de reclusión voluntaria, conforme a las normas de prevención de las autoridades italianas, dejé la ciudad “rossa”, docta y “grassa” para volver a Oviedo, donde he podido comprobar cómo todo se desarrolla con una similitud escalofriante. Me da la sensación de vivir una especie de “déjà vu” constante. Parece un mal sueño recurrente en la que las cifras, in crescendo, son pellizcos que me hacen saber que sigo en una desgraciada realidad.

Resulta difícil expresar en estas breves líneas todo el cúmulo de sensaciones, sentimientos y emociones que se han entremezclado durante las últimas semanas. No exagero si afirmo que todo parecía –y parece– una novela de Albert Camus, una obra de Kafka o un guion salido de la factoría almodovariana. Tiempo habrá, en justicia, para exigir las oportunas responsabilidades a aquellos que han antepuesto sus mezquinos intereses en detrimento del bien común.

Tras mi regreso a España, haciendo un ejercicio de responsabilidad personal para con mi entorno y la sociedad, aplico en mi vida cotidiana todas las precauciones aconsejadas por los expertos sanitarios. No soy amigo de dar consejos, si bien no puedo sino, por haber vivido in situ esta situación en ambos países, advertir que se cumplan todas las pautas y recomendaciones. Suponen pequeños cambios conductuales que, a la postre, pueden significar el control de la enfermedad. Es un ejercicio personal y colectivo de civismo que redunda en la protección de nuestra salud y la de nuestros conciudadanos.

Recientemente me comentaba una persona muy querida para mí que el panorama actual le recordaba a los mil combates individuales de la Ilíada. Sin duda alguna, no podemos olvidarnos de todos aquellos profesionales que desde el inicio de la propagación de la enfermedad en nuestro país trabajan sin descanso para garantizar la curación de los infectados y a tantas personas que, de una forma u otra, están contribuyendo con generosidad a paliar los efectos de esta crisis. Son guerreros al servicio del bien. El futuro es nuestro: no será fácil, está en nuestra mano construir un mundo mejor.

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