Amparo
La moral de la sociedad es proporcional a su economía, fluctuante; no busquemos grandes virtudes en el hombre que padece escasez y guerra, pues entre ellas no encontraremos dignidad y honor. Dice la moral que no robarás, ni con la fuerza del necesitado ni con la delicadeza del sobrado, dice la cartera familiar que atenderás a tu familia, en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, antes de que padezca necesidad y aún a riesgo de tu integridad.
Si hay quien hoy desconoce dónde dormirá su familia, si hay quien hoy no sabe qué comerá, si hay quien encuentra paz bajo el puente que cobija a su clan mientras otros penan graves delitos en cárceles de cuento, entonces no es época de que la moral alimente el alma, sino de que el jamón sacie el hambre.
Los códigos éticos guían hacia la santidad mientras el hambre no tiente la humanidad, a partir de ahí, asciende Job a santo y Juan regresa a casa.
¿Qué ejemplo damos si encumbramos a ídolos que presentan recibos de mundana pero, muy cara, prostitución?
Esta crisis comienza sacando orgullosos la cartera en el bar, la dignidad que oculta ya escasez, pero que, al menos, esperemos no provoque una explosión social que no sería Sánchez el comandante que mandara a parar.
La realidad sigue a la razón mientras dura el pastel; cuando se acabe el pastel, el pueblo solicitará amparo de su Gobierno; si su gobierno no ampara, ¿dónde buscará amparo el pueblo?
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