Reflexiones en voz alta
Pocas personas recordarán haber vivido la pandemia de la gripe española, principalmente porque muy pocas logran alcanzar longevidad y memoria tan selecta, necesaria para revivir este luctuoso episodio, ocurrido en 1918. Coincidió con el final de la primera Gran Guerra y es imposible determinar a ciencia cierta ni el origen ni el número de víctimas que se llevó por delante el influenzavirus A, que así se llamaba el patógeno. Diremos que fue exageradamente mortífero. De este episodio, pocas enseñanzas se sacaron, entre otras cosas porque la reconstrucción de Europa requería mucho esfuerzo y tenacidad. Ya sabemos que a la humanidad siempre le importaron más las oraciones subordinadas que la principal. En este caso, como en todos, la salud subordinada a la economía. Exactamente igual que ahora, pero con otros intérpretes.
La crónica política viene orientada por la escasa importancia que el PP otorga a los datos más relevantes. A los conservadores el seguimiento diario del dato de variación porcentual en el número de nuevos casos infectados por coronavirus les parece irrelevante en comparativa con la prevalencia de izar la bandera a media asta con crespón negro en señal de duelo por los afectados que desgraciadamente no superaron la enfermedad. No deja de dar cierta repugnancia anteponer los símbolos a las personas, sobre todo cuando van impregnadas de intenciones poco confesables. Otro hecho, de importancia capital, como es el dotar a los profesionales sanitarios de prendas de protección que les eviten los contagios, para la oposición, enredada en su propio absurdo, no es suficiente munición dialéctica de contestación para tan importante carencia. Y por qué, se preguntarán, pues porque en la Comunidad de Madrid, donde tienen responsabilidad política, con transferencias en Sanidad, igual que en el resto de comunidades, su actuación sobrepasa los límites de la incompetencia. Es esencial salvaguardar y defender la sanidad pública, tan importante como denunciar cuando el cinismo político de la oposición de derechas sobrepasa los límites de la decencia. Los verdugos del sistema sanitario no pueden, ahora, pedir explicaciones de aquello que ellos mismos situaron en cuidados paliativos.
Y hablando de equipos de protección sanitaria, al tiempo que reflexionamos en voz alta. Visto lo acontecido con la escasez de recursos sanitarios y los perjuicios que en materia de salud azotaron a este colectivo, en muchos casos producto de los recortes, cuando estos meses de Pasión lo permitan y la economía pública y privada siga su recorrido normal, pienso que sería bueno llegar a un principio de guion político para intentar ponerse de acuerdo en dos cuestiones que, según dicta la experiencia, parecen esenciales. Una, mantener una reserva estratégica nacional en materia de equipos sanitarios, al igual que ya existe con el petróleo y otros productos de primera necesidad. Y dos, proyectar las residencias de ancianos lo más cercanas posible a los centros hospitalarios y crear una medicina ambulatoria geriátrica encargada de velar por los cuidados necesarios propios de la edad.
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