Enfermeras 2020
Llegó un nuevo coronavirus y mando a parar... Sacudió nuestras vidas, que creíamos estables, confiadas, seguras y nos trajo incertidumbre, tristeza, dolor y una sensación de fragilidad y vulnerabilidad que hasta ahora muchos no habíamos sentido.
A día de hoy, con una cifra de casi 16.000 fallecidos, muchos de ellos mayores de 70 años, es un auténtico drama, personas que nos dieron lo mejor, que gracias a ellos se consiguió mucho de lo que hoy disfrutamos, muy cruel para nuestros mayores.
Lo peor, la incertidumbre, no saber todavía a ciencia cierta ¿cuánto durará?, ¿cuándo llegará la vacuna?, ¿mutará el virus?, ¿la inmunidad será duradera?, ¿cuántos son positivos?... Y a esto no estábamos acostumbrados.
Nos enfrentamos a la pandemia con las medidas más antiguas que conoce la humanidad con confinamiento, aislamiento social e higiene de manos, invocando a la solidaridad, al trabajo entre todos para lograr frenar la propagación y poder sobreponernos, no con un superaparato de última generación, ni con la tecnología más rutilante, ni siquiera teníamos preparado la protección más básica para nuestros profesionales.
No sabemos cuándo podremos reanudar nuestras vidas, pero lo que está dejando esta pandemia global en este año 2020 son muchas lecciones y lecturas, va a haber un antes y un después, estoy segura: espero que todos los valores de empatía, solidaridad, compasión, en una palabra, humanidad, que ahora están presentes como nunca, no los olvidemos, esta vivencia tiene que ayudarnos a ser mejores.
Soy enfermera, con 33 años de experiencia y mi ámbito de trabajo desde hace 24 años es atención primaria, en este último año más dedicada a la docencia, y quiero compartir unas reflexiones sobre:
Atención primaria: siempre está, siempre cumple, silenciosa, parece invisible, con su disposición y su trabajo en equipo está dando muestras de ello, cuidando a su población, apoyándose entre todos; lo más triste, que compañeros hayan pagado con su vida; nadie quiere ser ni héroe ni mártir, tenemos que dejar de ser invisibles para las organizaciones, somos siempre la primera línea y nuestra seguridad también debe ser prioritaria.
Hasta este virus inmerso en la comunidad con su forma de transmisión indica que el camino es la visión poblacional y comunitaria, salud pública, salud para todos, el abordaje para vencerlo está lejos del individualismo y del afán de protagonismo.
Atención primaria de salud para familias, comunidad y personas debe liderar los servicios de salud, el autocuidado y la atención domiciliaria tienen que de una vez por todas ser las bases, ayudar a formar personas responsables con su salud y autosuficientes en sus cuidados, conseguir que nuestras personas mayores sean lo más independientes posible y puedan permanecer en sus domicilios, en su casa de siempre, con una colaboración sociosanitaria bien estructurada y ágil.
Las residencias de ancianos con su sangría diaria se han convertido tristemente en noticia que acompaña al listado diario de números que todos leemos, infectados, curados, fallecidos... con un apartado específico, así se pone encima de la mesa la necesidad sentida por muchos desde hace tiempo de la discordancia entre el concepto de residencia que se maneja y la realidad de los mayores que allí viven, muchos con un nivel de dependencia severa y muchas con un número importante de residentes, exige un plan con una gestión y organización adaptada a las necesidades, con los cuidados de los profesionales más adecuados, que los tenemos, y donde el aspecto sanitario debe ser abordado de forma específica.
En esta dura batalla, a la que nadie estaba preparado, quiero reseñar el meritorio trabajo de todos los profesionales que trabajan en las residencias geriátricas y las que trabajan en atención hospitalaria, especialmente a nuestras compañeras, enfermeras y TCAE, los días han ido poniendo a prueba su capacidad de resiliencia, este rastro de impotencia y tristeza hace que necesiten ayuda, a nivel emocional van a necesitar mucha ayuda.
Enfermeras
Hablamos de respiradores, los hacemos, encomiable el trabajo de toda la industria que se ha puesto a disposición para respiradores, viseras, mascarillas... realmente emocionante e impagable. Pero, ¿cuántas camas UVI tenemos? ¿Cuántas enfermeras que manejen respiradores? Esta pandemia ha dejado al descubierto lo que hace mucho que sabemos, faltan enfermeras, pero es que ¡ya faltaban antes!, muchos años de no adecuar población y enfermeras y de no desarrollar las especialidades enfermeras.
Un sistema de salud que creíamos de los mejores, ¿ya no somos los mejores? ¿Por qué los profesionales, que siempre, repito, siempre son lo mejor, son los que parece que están sujetando como pueden las paredes?
Se necesita presupuestos justos, adecuados, racionales, para dotar de profesionales, en especial enfermeras, al servicio de salud en un número adecuado, para que atención primaria lidere y desarrolle todo su potencial, aumentando su capacidad de resolución, contando con los profesionales formados y mejor preparados para ello, con una AP fuerte el sistema es más fuerte, para que las enfermeras especialistas estén en la realidad de nuestro sistema de salud, para una inversión adecuada en formación continuada para nuestros profesionales sanitarios que son el presente y en docencia que debe tener mayor consideración y reconocimiento, es lo que nos permite formar a profesionales excelentes para el futuro, sin olvidar investigación, tiene que ser línea prioritaria, investigar es siempre avance y crecimiento, no podemos acordarnos solo ahora por sufrir una pandemia.
Un último apunte sobre las especialidades enfermeras, hoy en día exceptuando a las matronas (enfermera especialista en obstetrico-ginecología) es anecdótico su integración en los servicios de salud, el todos para hacer de todo en el escenario actual es totalmente obsoleto y anacrónico, un gran error, enfermeras especialistas son garantes de los mejores cuidados y junto con las enfermeras generalistas son necesarias e insustituibles. Sobre la especialidad de enfermera en cuidados críticos o como al final se llame, esta pandemia nos ha mostrado que las necesitamos, otras ya las tenemos en mayor o menor número: enfermera pediátrica, enfermera geriátrica (fundamental con una población envejecida como la nuestra), enfermera del trabajo (la pandemia ha dejado al descubierto la necesidad de enfermeras en los servicios de salud laboral), enfermera de salud mental (para tratar esta “herida” mental producida en nuestras vidas) y enfermera familiar y comunitaria, idónea para atención primaria, especialidad con mayor número de plazas que se ofertan cada año en el EIR y que tiene 40.000 enfermeras esperando desde hace 10 años por una vía excepcional para la consecución de la especialidad que yo creo que han demostrado con creces su valía y competencia, (algunas tienen plaza en atención primaria por oposición), hay que cerrar esta espera y que no sirva más de excusa para el inmovilismo y la inercia del “seguir igual”.
Estas especialidades son lo que tenemos, criticables en algunas cosas, mejorables en otras, pero son lo que tenemos y debemos favorecer que contribuyan al desarrollo real de nuestra profesión.
Todas, enfermeras junto con las técnicas en cuidados auxiliares de enfermería, están dando ejemplo de organización, de dedicación y trabajo en equipo, ¿os imagináis si fuéramos más?
Nos queda mucho trabajo, la reconstrucción va a ser dura y las enfermeras debemos estar ahí para garantizar equidad, para que los cuidados profesionales lleguen a todos/as, templanza y fuerza para todas.
Mi reconocimiento para todas las personas que trabajan en estos días de confinamiento, ellos/as permiten que podamos hacer al menos parte de nuestra vida cotidiana y a nuestros niños y niñas ejemplo de fortaleza y disciplina.
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