Atila y los madrileños
Ayer salí de casa al atardecer. Hay unos quinientos metros desde mi reducido pisito de sesenta y cuatro metros cuadrados hasta la farmacia. Es el paseo más largo que he realizado en un mes.
Este confinamiento que padecemos genera comportamientos no habituales antes de la pandemia. Hablamos más con las muy pocas personas que encontramos en la panadería, la tienda de comestibles, la farmacia...
El farmacéutico, amable y dicharachero, prolonga la conversación...
Entra una señora en la farmacia nos cuenta que vive en Ribadesella, que “hay muchos madrileños que han venido a pasar aquí la cuarentena”.
No pude por menos que contestarle:
En Murcia, Alicante, Valencia... y la costa levantina hace ya semanas que se han quejado de la “invasión” de personas procedentes de Madrid que se han ido de la ciudad ¿huyendo? de la pandemia a segundas residencias para pasar allí la orden de confinamiento, trasmitiendo así el virus a los habitantes del Levante.
Algunos alcaldes han llegado a colocar barreras policiales, rocas y otros objetos en avenidas y carreteras para impedir la llegada a urbanizaciones y localidades del mundo rural a “madrileños”.
He hablado con una amiga que vive en Soria y ella me comenta que “han llegado los madrileños a los pueblos y se han quedado allí... con el riesgo que hay para una población tan envejecida como la del mundo rural soriano”.
No hubo forma... mi contertulia de Ribadesella no parece reflexionar sobre lo que le digo. Y yo apostillo:
“Ayer el ministro del Interior nos comunicó las cifras de los vehículos que habían abandonado Madrid el miércoles, que es el día del año que hay más vehículos circulando por las carreteras, según estos datos... han salido de Madrid un 97% menos de vehículos que un miércoles de Semana Santa habitual”.
Pues ni por esas... la acongojada trabajadora de Ribadesella –y me temo que muchos más ciudadanos de otras provincias– sigue fielmente este dicho típico del periodismo: “No dejes que la realidad te estropee una buena noticia”. Y yo añado: aunque la noticia sea falsa o no esté contrastada... aunque sea ofensiva, escatológica o burda.
Ya es más que preocupante que la gente solo hable de ese 3 por ciento de madrileños que han abandonado la ciudad y no del 97% que se han quedado.
Esta actitud me recuerda a los tribunales del Santo Oficio en que se han convertido algunas terrazas de ciudades y pueblos; desde ellas se grita y en ocasiones se insulta a ciudadanos que van por la calle.
Es más sencillo identificar a un culpable, exteriorizar nuestros miedos hacia los demás, el Gobierno, los políticos, el vecino que pasea el perro...
Los madrileños que, como el caballo de Atila que no nacía hierba donde pisaban sus cascos, han huido de la ciudad y van propagando el virus por doquier a sanos e inocentes ciudadanos.
Otra leyenda más. Como la chica de la carretera que hace autostop en la curva donde murió, como los helicópteros y avionetas que arrojaban ratones, hace años, en la Meseta castellana, como los hombres rana aparecidos muertos en un incendio forestal y que fueron absorbidos por un hidroavión mientras nadaban en un embalse... etc.
La imaginación, el miedo y la ignorancia parece que se han aliado con el COVID-19.
Reflexionemos todos.
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