El homenaje público a los fallecidos sin el consuelo de los suyos
Define Carlos Fuente, especialista asturiano en protocolo, el duelo como una manera heredada por costumbre con la que externamente deseamos mostrar dolor y solidaridad por el fallecimiento de un ser querido o próximo. Y, por consiguiente, dado que no existe una regulación del luto oficial, ante el silencio del Gobierno de España, ha habido, por parte de varios ayuntamientos y comunidades autónomas, sendas declaraciones oficiales de luto por los fallecidos por la pandemia ocasionada por el COVID-19.
Como se sabe, aun a pesar de la ocultación de la información al respecto, se han producido muchos fallecimientos de personas en hospitales y residencias a las que les han faltado el acompañamiento cariñoso, consolador y orante, en su caso, de sus familiares y amigos que además no han recibido noticias de ellos más que por la buena voluntad de los sanitarios que los atendían, encontrándose después con la fatal noticia sin posibilidad siquiera de darles sepultura.
Con independencia de discusiones sobre la necesidad de regular la protocolización de homenajes públicos o si debe demorarse el reconocimiento al fin de la pandemia (en ese momento sí procedería un funeral de Estado dado que nuestras raíces cristianas son imperecederas), me parece que es de toda justicia el reconocimiento público por parte de los organismos oficiales, de la solidaridad y dolor por las personas ya fallecidas que, debido a la pandemia, no han recibido el cariño de los suyos en los últimos momentos de su vida terrenal. Por tanto, al margen de intereses ideológicos o partidistas, desde el Gobierno del Estado hasta el último municipio de España en el que se hayan producido fallecimientos durante esta pandemia, es cuestión no solo de caridad o bonhomía, sino de justicia, la declaración de luto oficial por las personas muertas durante esta pandemia.
Y por favor, tratándose de una cuestión de representación, en sus intervenciones públicas los regidores han de mostrar el respeto que merecen los fallecidos y sus familias vistiendo corbatas negras o bien, los que no las utilicen, colocándose crespones, bien visibles, que sustituyan a los morados que utilizan habitualmente.
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