El crush de mi abuela
Me acosté en el sofá. Mis abuelos, sentados en sus respectivos sillones, veían "Casablanca" en La 2. Yo le pregunté a mi abuela quién era más guapo, si el abuelo o Humphrey Bogart. Le saqué una sonrisa tímida. Miró para abajo, apretó los labios y me clavó finalmente la mirada para que me callase. Su respuesta era clara: Humphrey.
Cosa que a mi abuelo no le hizo ninguna gracia. Refunfuñando, se recolocó en el sillón, movió la cabeza para los lados y me instó a que dejase de decir tonterías. A mí la actitud de mi abuelo me pareció muy divertida, así que continué: "Creo que es más guapo Humphrey". Fue la frase definitiva. Mi abuelo se levantó del sillón, cogió el mando y dio por finalizada la película. Y eso que solo quedaba el final.
Eran las ocho y media, su hora de cenar, por lo que se dirigió a la cocina. Mi abuela se levantó con más dificultad, pues los años le pesaban, y siguió a aquel viejo refunfuñón por el pasillo. La abuela había preparado sopa, pescado y flan. Comimos en silencio, por respeto al abuelo: un comentario, daba igual la temática, le hubiese sacado de sus casillas. Más aun.
Recogimos la mesa al acabar. Mi abuela volvió al salón para sentarse en el sillón. El abuelo, sin embargo, se fue directo a la cama. Pero antes le vi coger un bote antiguo de Cola Cao sin etiqueta. En el interior había galletas Chiquilín. Qué extraño, pensé, la cena había sido abundante y el abuelo no parecía hambriento. No hizo falta preguntarle. Al ver mi cara sorprendida, él me lo aclaró: "Son para por si acaso".
Y salió de la cocina cojeando, aferrándose a su bote hasta llegar a la cama. Dormía todas las noches junto a él, costumbre que heredó de su infancia. Una infancia marcada por los gritos y la miseria de la posguerra. Algo cambia dentro de ti al vivir una guerra, supongo. Tu vida queda marcada con un por si acaso.
Yo me dirigí al salón y ocupé el sillón del abuelo. Mi abuela ya tenía los ojos medio cerrados, la cabeza ladeada y la respiración relajada. En su expresión había una media sonrisa. Sé que estaba soñando con Humphrey. Con montarse en un avión y escapar de Casablanca. Opté por recostarme y cerrar los ojos. Yo también quería soñar con él. Siempre nos quedará París, decía el actor. No sé muy bien qué nos quedará ahora. Solo sé que, en un futuro, no quiero un bote de galletas debajo de mi cama.
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