Compañeros pensionistas, rendíos
En otra tarde de tortura, por eso de la confinación, pretendía ver la tele (la Sexta, Antena3, la Cuatro o incluso Telecinco), pero decidí que tenía mejores cosas para torturarme, así que opté por visionar por enésima vez la película "Mentiras sin fronteras", guionizada por los podemitas de la "Complu", protagonizada por políticos radicalizados, y publicitada con reiteración en las televisiones antes citadas.
La trama nos sitúa en un país occidental, presa del caos, acuciado por las deudas y el paro, donde los más razonables no ven una solución razonable (el exterminio, quizás); y donde los más radicales optan por lo más asqueroso que se puede hacer: matar por el bien del muerto, con una dosis de polonio en el Cola Cao, o con una pandemia descontrolada, de supuesto origen oriental.
Objetivo: Sanear las cuentas, con métodos expeditivos. Pura mafia.
¿Notan el paralelismo con nuestro país? Es muy grande tener a un presidente del Gobierno tan retrasado como el vicepresidente... porque uno y otro se han retrasado en la toma de decisiones, inventando datos para dar credibilidad a sus mentiras.
Cuando crees que estos iluminados que nos gobiernan han tocado fondo esnifando hormigas, aprovechan que el coronavirus pasa por España para crear una estrategia del pánico, y, en pleno simulacro para medir nuestros niveles de acatamiento de órdenes arbitrarias, ponernos la soga al cuello, con medidas que implican la extinción de nuestro gasto sanitario, la extinción de nuestro Imserso, la extinción de nuestras pensiones... Nuestra extinción.
Llegados a este punto, apreciados contemporáneos pensionistas, rindamos armas y bagajes, dando la cuestión por liquidada.
Ya habían enseñado la patita, tanteando la "catástrofe" del cambio climático, con escaso éxito; luego, la otra patita, con la urgencia de aprobar la eutanasia (en modo de espera, por culpa de la irrupción del coronavirus).
El COVID-19, asesino a sueldo, les ha servido para aplicar el triaje, cuyo protocolo prioriza la atención a menores de 60 años, en detrimento de los mayores de esa edad (los pensionistas); seguido, la orden de no atender en las UCI a mayores de 85 "para no saturar el servicio". Tengamos en cuenta que de los 20.000 fallecidos por el COVID-19, 15.200 (el 76%) son supuestos pensionistas.
Ante la avalancha de protestas, han reculado unos metros... para coger carrerilla, y anunciar que cuando empiece la desescalada y concluyan las prácticas medievales de confinamiento, se mantendrá este, probablemente hasta final de año o primeros del otro, para las personas de "edad avanzada", por encima de 70 años.
Los confinados claudicaremos por muerte natural, ansiedad, añoranza o claustrofobia.
Nuestros "benefactores" siguen en la búsqueda de una fórmula que resulte aceptable socialmente, o que pase lo más desapercibida posible, para cortar de raíz este goteo de fondos sin fondo que suponen nuestras pensiones para las arcas públicas.
Al final, incapaces de reducir una larga lista de gastos prescindibles, optarán por quitarse el embozo, modelo "el Tempranillo" o "el Pernales" (históricos bandoleros), y, a cara descubierta, consumar el atraco reduciendo nuestras pensiones.
Franco, en 1950, lo tuvo claro y controlado manteniendo la jubilación a los 65 años, cuando la esperanza de vida era de 60. Es decir, por esperanza de vida no tenías tiempo de cobrar ni un mes la jubilación; nada que ver con el momento actual, en el que una vez jubilado, todavía podrás cobrar durante quince teóricos años (de 70 a 85 años) con cargo al erario público.
Ahora, controlado parcialmente el desastre del COVID-19, hay que echar cuentas, y en eso están, buscando en la lontananza, y con prismáticos (mira si está lejos), la deseada curva, esta vez, económica.
En el apartado de ingresos: 50 por ciento de caída de recaudación, hundimiento de las cuotas a la Seguridad Social, bajada general del IRPF y catástrofe del IVA.
En el apartado de gastos: 1,5 millones de nuevos parados con derecho a prestación; 2,5 millones de funcionarios cobrando su nómina, y 9 millones de pensionistas, su pensión de jubilación.
¿Quién lo paga? ¿Nuestros "hermanos" del Norte?
Para colmo, acabo de leer: "La prostitución decae por falta de clientes". ¡Ahora sí que vamos a morir todos!
P.D. Un recordatorio de ánimo para los que nos quejamos por llevar un mes confinados en los sesenta u ochenta metros cuadrados de nuestras casas: Ortega Lara, D. José Antonio, estuvo secuestrado 532 días en un zulo de 3×2,5×1,8 metros, y aún hoy es despreciado por muchos despreciables.
Saludos cordiales.
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