Equilibrio
Nos sentimos seguros porque habitamos un mundo construido a la medida de nuestros gustos y preferencias. No es extraño entonces que, en condiciones estrictas de confinamiento como las actuales, en las que prima la sociedad sobre el individuo, nos veamos obligados a adaptarnos a un medio hostil en el que la realidad se trastoca y domina la incertidumbre: sanitaria, económica, social, y la pérdida de gran parte de nuestra codiciada libertad. Por eso, aguantaremos en función de nuestra fortaleza mental, de los ahorros y del tiempo que dure esta adversidad; después, nuestro carácter tenderá a la inestabilidad provocada por una sumisión a las circunstancias que nuestra naturaleza no asimilará fácilmente sin revelarse. Así, cuando consideramos apresurado el ir levantando, poco o a poco, ya el confinamiento, por basarlo en cuestiones meramente económicas, obviamos que el Gobierno no es un maná inagotable que tienda al infinito, sino a una limitación que lo conduce a preservar la salud de sus ciudadanos pero sin desatender su economía y su estabilidad social. Lograr el equilibrio entre ambos es su labor, y aceptarlo, nuestra responsabilidad.
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