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Coronavirus y mascotas, hipótesis y teorías

19 de Abril del 2020 - Rufo Costales (Oviedo)

¡Nadia, infectada por coronavirus! Vaya susto; pensé que se trataba de Nadia, la nuestra, la Calviño, dada la "maldición" que parece existe en Moncloa, aunque Sánchez, el más apuesto (expuesto, quise decir), se ha librado hasta el momento, misteriosamente, del asedio del COVID-19 a su familia (esposa, madre y suegro), a compañeros de gabinete de contacto diario (Calvo, Montero, Simón y Darias), y hasta a un trabajador de Moncloa, tristemente fallecido por el ataque del bicho.

Con estos antecedentes y la zoonosis (el virus) revoloteando por Moncloa, resultaba perfectamente creíble que le hubiera tocado a la ministra de Asuntos Económicos; afortunadamente en este caso, Nadia no es Calviño, sino "Nadia", una tigresa del zoo del Bronx, en Nueva York, que ha dado positivo por coronavirus, igual que ocurriera hace unas fechas con dos caninos en Hong Kong (un perro pomerania y un pastor alemán), y más recientemente, un felino belga.

En todos los casos, hay que recalcarlo, los animales fueron contagiados por sus cuidadores.

Sabemos que el coronavirus causante de la actual pandemia de COVID-19 es una mezcla entre un coronavirus propio de los murciélagos y otro coronavirus, cuyo origen sigue siendo desconocido; de ahí pasaría a las serpientes, teoría posteriormente desestimada en favor de otra especie, conocida por ser un reservorio de coronavirus: el pangolín.

Hasta ahí todo relativamente sabido. Ahora bien, ¿cómo saltó a los seres humanos? Los expertos creen que hubo otra especie que sirvió de intermediaria.

Afanados en la búsqueda y localización del eslabón perdido, la Universidad de Ottawa (Canadá) ha presentado un estudio con una nueva hipótesis sobre el origen y transmisión inicial del actual coronavirus.

Una hipótesis que ha puesto los pelos de punta a muchos amantes y dueños de los animales domésticos, porque señala como sospechosos de haber contribuido a la dispersión del virus a los perros callejeros.

Explican el hipotético proceso del contagio en que los perros, al comer algún cadáver de murciélago, reservorio portador del virus (como también se sospecha que lo fuera del Ébola), adquirieran la zoonosis que, recombinado, pasó de su estómago a las heces y de ahí probablemente a su saliva, al lamerse. El salto a los seres humanos pudo ser algo tan sencillo como el paciente cero, el primer portador, acariciando a un perro callejero. Simple.

La justificada alarma en los dueños de mascotas, perros y gatos fundamentalmente, fue aplacada en sus inicios por estudios indicando que aunque estos animales (junto a los hurones) son susceptibles a la infección, la creencia general entre los expertos, vigente a día de hoy, es que los brotes de coronavirus en todo el mundo son provocados por la transmisión de persona a persona, y no de animales a personas. Quede claro.

Un alivio, porque llegado el caso, a ver quién le pone un respirador a mi gato.

Saludos cordiales

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