A mi querido tío Suso
En la madrugada del 19 de abril nos dejaste querido tío Suso. Tengo una rabia contenida originada por esta maldita pandemia que me ha impedido visitarte, que me ha negado poder despedirme de ti, que me ha prohibido acompañar a tu querida familia en el adiós final. ¡Cuánto lo siento!
Se nos ha ido un "Basilio" de raigambre reconocida, de una estirpe única, de máximo orgullo. Un "Basilio" de firme carácter, con fuerte personalidad y luchador incansable. No nos lo llevó el coronavirus, fue esa también maldita enfermedad que se llama cáncer. Sufrió durante años, unas veces se encontraba muy bien y otras se resquebrajaba un poco y sufría bastante. Destacaré el pundonor con que llevaba su precaria salud, el ánimo que mantenía y el buen sentimiento que transmitía.
Es bueno, obligado y muy digno destacar a su familia, que ha estado siempre a su lado. Han sido un ejemplo de cariño desmedido, de dedicación incansable, de voluntad inagotable, por parte de su mujer, nuestra tía Elena; sus hijos, nuestros primos Jesús y María Elena, y también sus nietos, Miguel, Sergio, Pablo y Elena.
Fueron ocho los hijos de Rogelio y Anastasia, "Basilios", tus hermanos, querido tío. La tía Balbina fue la primera, le siguió el tío Marcelo, continuó la tía Susa, mi querida madre, la tía Amalia fue la última, y ahora nos dejas tú, querido tío. Nos quedan el tío Alejandro, la tía Elena y el tío José, y esperamos que por mucho tiempo. Te reconoceré, querido tío, aquí públicamente, personalmente ya te lo dije, la atención y el cariño que le prestaste a mi madre durante esos meses de lucha contra esa penosa enfermedad. Gracias mil, querido tío Suso.
Pasa en todas las familias, hay tíos, primos, con los que tienes más contacto, por convivencia más que por nada, como es el caso de mi tío Suso y su familia. En Sanzo, donde nacimos, me enseñaste siendo un chaval, en las vacaciones escolares, muchas cosas, las propias de una casa labriega en una aldea asturiana. Más adelante estuviste viviendo con mi familia en Villalegre un tiempo, trabajabas con mi padre, y recuerdo que ya cortejabas a la tía Elena. Entraba alguna vez en tu habitación y te cogía prestada una novela del oeste, de Marcial Lafuente Estefanía, que tenías encima de la mesita para leerla. Mi padre te gastaba bromas cuando dormías la siesta un domingo, se ponía pegado a la pared de la habitación, junto a la cabecera de la cama, y te pasaba un papel por debajo de la nariz, no parabas de arrascarte con la mano para espantar al moscón de mi padre. Luego en esos destinos por trabajo también coincidimos en Mallorca y en Canarias. Con Jesús y María Elena, tus queridos hijos, también coincidimos bastante.
No leerás, querido tío, esta humilde misiva que quiere rendirte un pequeño y merecido homenaje a tu persona, o a lo mejor sí, no sabemos cómo "funcionan" estas cosas por esas latitudes. No me resta nada más que deciros, tía Elena, primos Jesús y María Elena, que estoy con vosotros, y mi familia también, que tenéis nuestro cariño y todo nuestro apoyo, y a ti, querido tío Suso, decirte que te quiero mucho y nunca te olvidaré. Descansa en paz.
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