La insensatez de Pablo Iglesias
“¿Cuándo los comunistas han tenido éxito?”, se preguntaba a sí mismo Pablo Iglesias, y raudo se contestaba: “En momentos de excepcionalidad, en momentos de crisis”.
Si estuviese en la oposición se frotaría las manos pensando en el pasaporte al poder que le proporcionaría el coronavirus, habiendo perdido casi todo el respaldo electoral. Pero no está en la oposición, sino en el poder, al que llegó aprovechando otro momento de excepcionalidad: el abrazo de Sánchez, sin el cual estaría ahora vagando como un fantasma por las regiones universitarias de la política rancia sin aire y sin luz, buscando un cuerpo donde meterse.
Es un hecho que Pablo Iglesias está instalado en el poder, pero también es un hecho que sabe que no cuenta con el respaldo electoral y que cree que dispone de unos tres años para ganárselo. Y discurre así: “Allá en el interior de cada individuo hay mentes que piensan de distinto modo que yo. Allá, en lo íntimo de cada familia, hay tradiciones hostiles a mi ciencia social y a mi sistema gubernativo; allí hay puesta por uno al que llaman Dios una autoridad que los españoles creen legítima sin mi consentimiento, y que, en vez de ajustarse a mis leyes políticas y administrativas, reconoce límites en poderes que no están a mi alcance; el derecho natural y el orden divino. ¿Cómo vencer estas tres resistencias que me oponen la conciencia individual de los ciudadanos, la autonomía doméstica de cada familia y el influjo de la religión? Muy fácil: encargándome yo, sin oposición ni competencia posible, de formar la mente, la conciencia y el corazón de los españoles, y qué mejor momento que el presente, en que el estado de alarma sanitaria me autoriza a recortar ciertos derechos, y con estos, otros, los fundamentales”.
Y aprovechando el daño que está haciendo el coronavirus, ese pigmeo de la política, dando a las cosas los nombres que cabalmente más las contradicen, ha emprendido la tarea verdaderamente diabólica de entronizar la dictadura comunista en España realizando en su persona el ideal de tiranía, censurando a los medios de comunicación y vulnerando como jamás se vio el derecho a la libertad.
Pero en las manos de Jesucristo, que no en las de él, se encuentran los resortes ocultos de todos los acontecimientos, y conviene que Pablo Iglesias sepa que, en atención a con quién se las ve, bueno será que tenga preparada su fuga, porque se ha de dar gloria a Dios en el Cielo, y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad, lo cual es tanto como decir que la misión de paz es necesariamente una misión de guerra contra los hombres de voluntad mala.
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