Cuarentena y entretenimiento
Argentina pide a sus ciudadanos que tengan sexo virtual para no contagiarse. El Gobierno de Argentina desaconseja el “piel con piel” en tiempos de coronavirus.
Así empieza el artículo publicado en LA NUEVA ESPAÑA el pasado domingo 19 donde el subsecretario de Estrategias Sanitarias del Ejecutivo argentino, José Barletta, comparte que “hay un montón de aplicaciones online para conocer personas, herramientas como las videollamadas, el sexo virtual, el sexting...”.
En paralelo, ha salido en varios periódicos que las ventas de juguetes sexuales en España han subido un 35% durante esta crisis (en Canadá, el 135%). Todo sea por mantener la “distancia social” que nos impone el maldito bicho.
Llegado a este punto (me da cierto pudor comentarlo en voz alta), pero uno tiene sus tics eróticos, de los que no puede abdicar a voluntad; y sí, confieso que con la excusa del confinamiento, estuve ojeando, aunque “no tengo edad” (ay, Gigliola), algún que otro catálogo erótico, y no me resisto a contar la experiencia que, en circunstancias normales, me hubiera guardado celosamente para mí.
Teniendo en cuenta que quizás este artículo no le interese a más de dos personas (quizás Ud. es una de ellas), voy a ser breve y conciso refiriéndome en particular a la muñeca “sexdoll”, una “mujer” hinchable, de tamaño natural, menos conflictiva y habladora que la humana; con pelucas intercambiables (castaño claro, rubia, morena, y pelirroja, muy a mi gusto). Y, además, podría pintarle las uñas del color de mi preferencia.
La “sexdoll” es de apariencia muy real, feminista y reivindicativa, con la particularidad tecnológica de estar repleta de sensores para detectar agresiones, hasta el punto que agredir a una muñeca se considera violencia de género; no tiene más que activar el “play”, y la denuncia se transmite telemáticamente.
¡Y no le quiero contar si le añaden el chip Feminazi 2.0! En este supuesto, la muñeca te denuncia (tlfo. 069 full time), se queda con el piso, y rehace su vida con la aspiradora robótica. ¡Ojo!
Una alternativa más sofisticada pero que sale por un riñón es el robot sexual inteligente, que ya es una realidad, pero ¡manda huevos!, es capaz de decir “no” a su dueño, si este no se muestra amable o cariñoso.
Es más que evidente que este puñetero coronavirus, la soledad impuesta, la oscuridad y el confinamiento me están friendo el cerebro, convirtiéndome en un terrible maniático; acabaré fatal.
¿Recuerda a Cole Sear, el niño de la película “El sexto sentido”, cuando le dice a Bruce Willis “en ocasiones veo muertos”? Pues yo, en ocasiones, oigo voces que me susurran: “Estás muy mal. Deberías llamar a un psiquiatra y que te recete algo fuerte. Las voces que oyes no son externas, provienen de ti mismo. No tengas miedo, nadie quiere hacerte daño...”.
Ah, por si no lo había dicho: Si usas robots sexuales, te puedes quedar ciego. Que lo sepas.
Este artículo se autodestruirá en cinco segundos... Tic, tac.
Saludos cordiales.
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