Día Internacional de la Tierra 2020: desde el balcón en tiempos de coronapandemia
Una mañana de esta cuarentena, en la que el canto de los pájaros se ha vuelto más sonoro, escucho fuertes chillidos. Salgo al balcón y veo cómo un ave rapaz, quizás un halcón, se devora una pequeña ave durante varios minutos en el árbol que está frente a mi ventana. Observo en primera fila y atónita el espectáculo. No vivo en la sierra, ni en el campo, sino en pleno centro de la ciudad, en un tercer piso, frente a una plaza.
La Tierra nos habla... nos grita, nos interpela.
Mientras la coronapandemia avanza, la gente se confina en sus casas, las calles están desiertas y silenciosas, los comercios e industrias cerrados. Como consecuencia de ello, las otras especies van recuperando los espacios que el hombre ocupó. La Madre Tierra ha salido beneficiada. Hay menos contaminación, disminuyó la emisión de gases de efecto invernadero, las aguas están más limpias y cristalinas, el aire más puro, los cielos más claros, la fauna salvaje reconquista las ciudades y los cielos. El Hermano Sol y la Hermana Luna brillan más que nunca.
La Pachamama, la Madre Tierra, como la llaman varias etnias en Sudamérica, o nuestra “casa común”, hace muchos, muchos años que viene sufriendo el accionar del hombre. El uso y abuso irresponsable de todos los bienes: deforestación, contaminación de aguas, de tierra y de aire, cultivos masivos, transgénicos, tala indiscriminada de árboles, incendios provocados y el efecto mariposa sobre el cambio climático.
Pero el problema no solo es ecológico, es también ético. El Papa Francisco, en “Laudato si’”, promueve una ecología integral, que va más allá del cuidado del medio ambiente, es una actitud ecológica que incorpora la dimensión humana y social. Los modelos de desarrollo, producción y consumo que afectan a todos. Es necesario erradicar la “cultura del descarte” y del despilfarro. La sociedad líquida, como diría Bauman. Todo está conectado. Formamos parte de la naturaleza. Destruirla nos destruye. Los enormes progresos científico-tecnológicos, el desarrollo económico, deben ir acompañados de un auténtico progreso social y moral; de lo contrario, se vuelven contra el hombre. La Tierra, en su día, goza de un respiro, mientras, lamentablemente, muchos hombres se asfixian.
Reflexionemos sobre la ecología y la ecoética, porque el verdadero desarrollo no solo es económico, es un desarrollo humano integral y sustentable. Cuando el coronavirus pase, ojalá seamos mejores y podamos vivir en armonía en nuestra casa común.
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