Fin de la cuarentena
Sí, por fin, hoy 23 de abril hemos llegado al final de la cuarentena. A partir de aquí tendremos que emplear otro término. El que cada uno quiera de acuerdo con su actitud, su optimismo o su información... cincuentena... sesentena...y prefiero no seguir.
Durante estos cuarenta días y cuarenta noches me ha dado tiempo a reflexionar en mis ratos “libres” y he llegado a unas cuantas conclusiones sin haber realizado un gran esfuerzo mental:
Primera: Ni héroes ni aplausos ni nada de nada en referencia a los mal llamados, desde mi punto de vista, sanitarios. No me gusta compartir nomenclatura con el mobiliario de los baños. Me gustaría más que se empleara el término “trabajadores por la salud”, pero esto es secundario. A lo que iba, los empleados del sistema sanitario no son titanes, simplemente han escogido un trabajo en el que la materia prima con la que trabajan son sus prójimos y son personal 24/7, es decir, se dedican a ello todas las horas de todos los días del año, enfrentándose cada minuto a situaciones tan difíciles o más que la sufrida en este momento. Y hasta la fecha, todavía no vi reconocimiento alguno por parte de los mandatarios ni de la población durante épocas de bonanza. Con esto no estoy pidiendo aplausos ni olas cada día del año. Solo estoy pidiendo respeto, comprensión y confianza permanente en el trabajo de los dedicados a cuidar de la salud.
Segunda: Pese a lo que se vende a la población, no disfrutamos de la mejor sanidad el mundo. Tenemos otras cosas. Con respecto a este tema, la verdad es que poseemos los mejores trabajadores de la salud imaginables y sufrimos a los peores gobernantes posibles. ¿Nos merecemos a estos últimos? Allá cada uno con su conciencia.
Tercero: En momentos difíciles como los que estamos pasando, es necesario estar bien informados para saber realmente a qué no enfrentamos, aunque a título individual no podamos tomar decisiones. Pero a parte de la información veraz y objetiva, es necesaria la transmisión de mensajes positivos que eviten en la medida de lo posible el catastrofismo. No se trata de autoengañarnos. Se trata de intentar mantener la esperanza y el ánimo en el “pico de la curva”. Los alarmismos tienen muchos seguidores y no ayudan a nadie. Frente a la adversidad debemos de ser “siempre positivos” y para ello propongo la creación del Ministerio de la Felicidad, encargado de la medida del marcador más importante para un país, el Índice de Felicidad Nacional Bruta (IFNB), como hacen en el pequeño reino situado en el Himalaya y que se llama Bután.
¡Mucho tenemos que aprender!
Salud para todos.
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