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Diario de una cuarentena

4 de Mayo del 2020 - Carlota Fernández Santiago (Tineo)

He realizado este diario durante varias semanas para comprender mejor las emociones y los sentimientos que me han ido surgiendo y poder hacer una buena valoración.

Esta situación, excepcional sin duda, creo que saca lo mejor y lo peor de las personas, y esto lo vemos a diario en los medios de comunicación, con nuestros vecinos, amigos y familiares.

A nivel personal esta situación no solo afecta física y socialmente, sino que también nos está afectando a nivel emocional y psicológico.

Ahora noto una gran diferencia de cómo he vivido el confinamiento durante los primeros días, y cómo lo estoy viviendo actualmente, un mes después del comienzo del estado de alarma. Al principio no me lo tomaba muy en serio, aunque estaba asustada, creía que esto pasaría pronto, que sería cuestión de un par de semanas y que todo volvería a la normalidad... ¡qué ilusa! Cada vez soy más consciente de que no es ninguna broma, que nos estamos jugando mucho, y que esto no se acabará de un día para otro, será un año difícil, muy difícil.

En mi casa los días transcurren con lentitud, pero soy afortunada, vivo en Asturias en una casa de campo, rodeada de naturaleza, aquí estoy feliz. Tengo la suerte de estar acompañada por mis padres, aunque por desgracia no por mi hermano, ¿quién me iba a decir a mí que lo echaría de menos? He necesitado una pandemia para que esto suceda... ja, ja

Cada vez las noticias de que está llegando el final son más cercanas, estamos bajando la curva, hay muchos casos curados, cada vez hay menos muertos, parece que empezamos a ver un poco de luz al final del túnel.

En estas semanas he sentido muchas cosas y muy opuestas. Al principio estaba un poco contenta, me hacía “ilusión” pasar “un par de semanas” en casa, ya que soy una persona muy familiar y aquí estoy muy a gusto. Al mismo tiempo estaba nostálgica, también echaba de menos la vida universitaria de Ponferrada, allí empezaba a hacer calor, los días eran más largos, me encantaba salir a pasear al lado del río y, por supuesto, estar con mis amigos.

Uno de los sentimientos que más he experimentado y aún siento es incertidumbre y un montón de dudas respecto al curso académico y los exámenes, pensando cómo va a ser todo. La espera se nos está haciendo eterna y a la mayoría nos resulta muy difícil estudiar en nuestras casas. Hay un nerviosismo generalizado que sale a diario en los grupos de Whatsapp, las videollamadas y en todas las conversaciones, estamos asustados y creo que la mayoría no estamos llevando bien esta situación, generándonos estrés.

Por otra parte, no todo es negativo, aprendemos a comunicarnos y relacionarnos de otras formas, la tecnología lo hace todo mucho más fácil, con juegos a distancia, cantando el cumpleaños feliz a los que no podemos ver y, sin duda, las famosas videollamadas, no sé qué haríamos sin ellas.

“Volvemos a lo de antes” es una frase que no deja de repetir mi madre, y razón no le falta. Aquí andamos, desempolvando los juegos de mesa, el parchís, las cartas y al final nos convertimos en reposteros y chefs de alta cocina. Los grupos de Whatsapp están cargados de fotos de comida y de entretenimientos, cada día nos enviamos el periódico online, las revistas de moda, crucigramas, juegos, páginas con suscriciones gratuitas y las recomendaciones de todas las películas y series que hemos visto.

También le hacemos un hueco a la lectura, sacando esos libros que en Navidades nos regalaron o que llevan años en la mesita cogiendo polvo y que aún no habíamos podido leer por falta de tiempo... quién nos iba a decir que ahora tendríamos todo el tiempo del mundo.

Entre tantos sentimientos hay uno que a veces sale a relucir, y es que al final es inevitable, el aburrimiento. Hemos crecido con la idea de que el aburrimiento es algo negativo, por eso intentamos llenar los días con un montón de tareas sin sentido para ocultar el temor a no hacer nada y no sentirnos vacíos. Creo que es importante encontrar un momento de descanso en el que parar. Parar y no hacer nada puede ser maravilloso, dedicarse tiempo a uno mismo es necesario si no queremos que esta situación acabe con nosotros.

Siendo un poco egoísta también he sentido tristeza, y no por la situación en sí, sino por las cosas que no he podido hacer y por todas las que no podré hacer. Es una pena que vayamos a tener este recuerdo de nuestro primer año de carrera, ha sido un año breve, supongo que nos servirá para disfrutar más del segundo curso. Pensar en lo que dejaremos de hacer este verano me entristece, aunque por otro lado estoy segura de que encontraremos otras formas de disfrutarlo, creo que lo más importante y al menos lo que yo intento es no desanimarme.

Una sensación que se ha repetido desde el principio es pensar en que “ojalá pudiese estar ayudando”, nuestros sanitarios son héroes, y yo algún día también lo seré. Me reconforta ver cómo la gente se vuelca con estas personas y me siento agradecida.

Como conclusión saco muchas cosas positivas, al principio no me gustaba la idea de escribir, era reacia y creía que no servía para nada. Ahora me siento mejor, como si me hubiese desprendido de un peso muy grande, había leído que escribir los sentimientos ayuda a nivel emocional, pero nunca me lo había tomado en serio. Ha sido una experiencia agradable.

Por otra parte, me gustaría destacar una frase que me dijo mi padre, con la que cada vez estoy más de acuerdo: “Va a ser verdad que éramos felices y no lo sabíamos”. Este confinamiento me está ayudando a fijarme más en las pequeñas cosas del día a día, a valorar a las personas que tenemos cerca y aún más a las que están lejos, darme cuenta de lo que echo de menos las reuniones con amigos y familia, lo que daría por volver a clase con esas rutinas que tanto nos aborrecían, y, en definitiva, lo que añoramos la realidad a la que estábamos tan acostumbrados.

Soy una persona positiva y sé que esta situación me hará vivir las cosas con más ganas, que cuando me vuelva a juntar con mis amigos y familia será como nunca, que lo celebraremos absolutamente todo. Saboreando cada cerveza en una terracita al sol, cada sorbo de café y agradeciendo cada atardecer en buena compañía.

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