Solo los hombres de Estado saben renunciar
Existen señales que indican la idoneidad personal.
La más importante es la “capacidad de renunciar” a cualquier responsabilidad, cuando se reconoce no estar preparado o se admite haber fracasado en el intento de hacerlo bien.
Esta señal de idoneidad es fundamental, porque indica la característica más sobresaliente de cualquier gestor: honradez profesional.
Hoy, en España, tenemos un Gobierno que más bien parece una multitud de amigos y de compromisos.
En nuestra larga vida, según algunos de opresión franquista, hemos tenido la suerte de tener “muy buenos gestores”. Aprendimos a respetar a la mujer, a soportar las dificultades, a pedir, trabajando, a renunciar por ignorancia, a pedir ayuda ante las dificultades o ante la ignorancia...
¡Qué malas son todas las guerras y las posguerras!
Peor, mucho peor, es vivir con y de recuerdos virales empapados en odio y rencor.
Miles y miles de muertos nos van a acompañar el resto de nuestras vidas, sin haber sido capaces de renunciar a nuestro ego. Unos por querer seguir subidos en el carro del poder y de las influencias; otros por estar agazapados esperando la ocasión de subir al carro.
Y nos quieren convencer que esas actitudes son las propias de los hombres de Estado...
Los muertos no hablan, pero sus silencios, susurrando y sus gritos de soledad se oirán en toda España... porque la muerte no tiene color... solo soledad y hoy en todos nosotros el desprecio a la soberbia de aquellos que se dicen gobernantes.
¡Queridos amigos!, os fuisteis asfixiados, solos, impotentes; algunos desechados por la edad...
¡Queridos amigos! El Capitolio de los poderosos no se cansa de decir que no os van a olvidar... ¡Qué mentira!... Cuando el carro comience de nuevo a marchar, nadie llevará crespones... Solo vuestros, hijos, hermanos, sobrinos, amigos...
¡Que la conciencia de todos aquellos que han estado callados castigue su futuro! ¡Que el pueblo llano aprenda a pensar, a reflexionar y a votar no los colores sino la inteligencia y la honradez!
Debemos borrar todo lo que huela a rencor, sí, pero no olvidemos que eso se consigue cuando la justicia coloque a cada cual en su sitio. Entonces los muertos no volverán a gritar.
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