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Mme Lucie, madre de inmigrantes

23 de Abril del 2020 - Vicente Enrique Montes Nogales (Avilés)

Ayer, Mademba Diaw, un senegalés ya casi asturiano, afincado en España desde hace cerca de veinticinco años, me llamó para comunicarme el fallecimiento de su madre. Le mencioné con emoción la amabilidad con que su progenitora me había acogido en su casa en Dakar y la generosidad y bondad que me había demostrado. Una llamada telefónica cada 24 de diciembre prolongaba nuestro contacto y nos permitía resumir durante algunos minutos nuestra vida cotidiana en dos lugares alejados. Mme Lucie se emocionaba hablándome de su hijo, uno más de los que habían decidido dejar su hogar familiar para buscar un futuro mejor en Europa, y cuya ausencia recordaba con pena.

Hacía unos días que había concluido la corrección del trabajo de una alumna que analizaba la inmigración africana y en el que definía el término “inmigrante”. Los diccionarios aluden a los desplazamientos e instalaciones de los individuos en otros lugares, pero no se refieren a sus sentimientos. Mademba es un inmigrante senegalés. Otro afectado del COVID-19, no porque su madre haya fallecido a causa de esta enfermedad, sino porque no ha podido tomar un avión que le permitiese despedirse de ella ni rendirle homenaje en las exequias. Tras nuestra conversación, me vino a la mente el trabajo de mi alumna y su definición. Un inmigrante africano es una persona que abandona su país, con ilusión, por su juventud, y temor, ya que el futuro es incierto y más en destinos cuyos modos y costumbres difieren y donde el color de la piel distingue. Es alguien que añora frecuentemente paisajes, puestas de sol, olores, abrazos y risas, que debe soportar la soledad y que, en muchas ocasiones, únicamente vence la añoranza mediante un encuentro alrededor de una tetera o con la persistente búsqueda de una oportunidad laboral. Es una persona que rememora las bendiciones y sabios consejos que su madre la había prodigado durante una triste despedida, en la orilla de un río, en una vereda o en la sala de un aeropuerto. Mme Lucie era una de esas madres que cada año esperaban con alegría el encuentro con sus hijos, con aquellos que habían dejado Dakar albergando la esperanza de labrarse un porvenir. La recuerdo en el quicio de la puerta de su hogar, en uno de los bulliciosos barrios de Dakar, mientras emocionada me pedía que estrechase cada día los lazos de amistad que me unían a Mademba. Sirvan estas líneas para honrarla y consolar a sus hijos. ¡Que descanse eternamente en paz!

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