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Donald Trump, la lejía y el COVID-19

25 de Abril del 2020 - Manuel Díaz Estrada (Forcinas (Pravia))

Ya ven, el mundo entero rompiéndose el cerebro para descubrir la vacuna milagrosa que nos proteja del maldito coronavirus y resulta que algo tan sencillo y al alcance de todos como es la lejía o cualquier otro desinfectante similar, junto con una buena sesión de rayos de sol en las dunas de Maspalomas, es la solución perfecta para matar el dichoso bicho. La sugerencia, de momento en cuarentena, nos la sugirió el pasado jueves al mundo entero el presidente de EE UU, Donald Trump. Según el primer mandatario del país más poderoso del mundo, los desinfectantes que matan en el exterior de nuestro cuerpo al bicho podrían hacerlo igualmente en el interior del organismo humano. Por eso Donald Trump, más o menos, nos viene a recomendar que, en vez del chupito de JB que solemos tomarnos tras una copiosa comida, nos lo tomemos de una buena marca de lejía, o cualquier otro desinfectante que haya dado buenos resultados contra el COVID-19, acompañado todo ello de una buena sesión de rayos solares. ¿Quién nos lo iba a decir, verdad? Media humanidad muriéndonos por nuestra ignorancia, por no darnos cuenta de que, si la lejía y otros productos químicos como el alcohol sirven para destruir el virus asesino, la solución, por simple lógica, es bien fácil: ataquémosle ingiriéndolos directamente en nuestro cuerpo, bien por vía bucal o bien por inyección, eso a gusto del consumidor y de lo que la ciencia dictamine en último extremo.

La lógica de Trump es bien simple, ¿cómo no se le habrá ocurrido a ninguno de nuestros brillantes investigadores?

Es sorprendente que haya que tenido que ser nuevamente el presidente de EE UU el que nos dé una lección de sabiduría, científica en este caso, al resto de los mortales. Sabíamos que el presidente de EE UU es un hombre experto en planificar y desarrollar todo tipo de guerras en medio planeta, pero guerras de las de verdad, con tanques, misiles, aviones, bombas y soldados, miles de soldados; pero jamás nos imaginamos que pudiera ser capaz de intentar salvarnos a la humanidad de una guerra bacteriológica como esta, utilizando solo los rayos del sol y la lejía. De resultar efectiva la sugerencia presidencial, ya le vemos próximamente en Estocolmo recogiendo el Premio Nobel a la Investigación Científica.

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