Dos contenciosos ganados
Meterse en un pleito es algo que le consume a uno tiempo y energía, así que háganse cuenta de hacerlo en dos, uno detrás de otro y a sabiendas de que la otra parte actúa con absoluta iniquidad porque, personas con nombre y apellidos, utilizando perversamente el amparo que les brinda la Administración, se empeñan en enrocarse en jaque.
No he conseguido todo lo que reclamaba en el aspecto económico, pero sí dos sentencias que le dan un revolcón a la Consejería de Desarrollo Rural, Agroganadería y Pesca y que me satisfacen por la razón que me conceden sobre lo litigado.
Me molesta profundamente, porque, además, sé que se hace con asiduidad con los administrados, que sean las administraciones públicas las que carguen con la responsabilidad de la negligencia, la ineptitud o la mala baba de algunos funcionarios.
El razonamiento que dan por válido con mucha frecuencia pequeños y medios cargos respecto a los ciudadanos (en mi caso, empleado también de la Administración) es: "Si quiere, que vaya a juicio y que le dé la razón un juez". Y se escudan en las pocas probabilidades de que un currante inicie un contencioso-administrativo y que, por defecto, la Administración va a ser la demandada y condenada, no ellos como autores del motivo de la demanda.
Es razonable que el Principado defienda a sus empleados (yo, como les cuento, también lo soy, y nadie puede explicarme por qué se apoyó, hasta dos veces, a los otros), pero antes de llegar a una demanda de este tipo debería supervisarse si el posible denunciante puede tener razón. Y cuando se pierde no uno, sino dos contenciosos seguidos, debería, de oficio expedientarse a los artífices del desaguisado y añadir esta circunstancia en sus expedientes laborales, pues, cuando llegue el momento de medrar y optar a puestos de más relevancia, ellos no van a añadir en su currículum que fueron parte activa en procedimientos que fueron perjuiciosos para los administrados y para la Administración.
Como de oficio no se hace, yo he instado a los organismos competentes a la investigación de los hechos que me incumben, pero con muy pocas esperanzas en que se resolvieran satisfactoriamente. De hecho, sobre alguno de quienes se realizó una primera toma de declaración, plasman documentalmente, de manera vergonzante, que acude a la cita con talante abierto y cooperador, como si hubiera lugar a que, ante esas circunstancias, fuera a morder en la pantorrila a la instructora de un expediente que quieren cerrar ipso facto.
Lo harán, quizá, pero yo les gané dos contencioso-administrativos y se los puedo pasar por el hocico hasta el día de la jubilación y, desde luego, no cejaré en el empeño en que las responsabilidades que tiene cada uno de ellos (quienes, por cierto, se echan las culpas los unos a los otros) les traigan consecuencias, de una u otra manera.
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